Desprendimiento V

Base de artillería Gamma, 13 de diciembre de 1917

Tras pensarlo mucho y sopesar los pros y contras, al final el coronel Vigón decidió crear una base de fuego fuera del paso de Mitla, dejando el propio paso como eslabón fundamental de su defensa. Para ello destinó uno de sus batallones a fortificar la que iba a ser su nueva base de artillería. Una posición situada a poco más de dos kilómetros al suroeste del paso de Mitla. ¡Qué lástima que aquellos cañones no tuviesen tres kilómetros más de alcance! Con solo tres kilómetros más podría haberlos emplazado en el propio paso y su defensa hubiese sido infranqueable.

Pero lamentarse era inútil, así que esperaba poder emplear su artillería, situada en el propio paso, para apoyar a la nueva base de fuego de artillería que iba a montar fuera de él. La propia base Gamma hacia descansar su retaguardia en los riscos que había a su espalda y estaría construida alrededor de los dos cañones Skoda M.16 de 240mm, que contarían cada uno de ellos con dos emplazamientos de fuego con el fin de ser capaces de alcanzar tanto tramo del canal como fuese posible. Alrededor de aquellos emplazamientos uno de los batallones del Tetuán, el X, cavaría trincheras al norte, oeste y sur situando sendas compañías en ellas, quedando el resto del batallón como reserva en la zona principal junto a los cañones.

https://en.wikipedia.org/wiki/Mitla_Pass

Mientras la infantería española empezaba a cavar sus trincheras defensivas en un perímetro alrededor de la que iba a ser la posición de sus cañones, el teniente Trump recibió el apoyo de uno de los nuevos vehículos de zapadores españoles. Poco después contemplaba con asombro como el “toro” creaba la trinchera en la que iban a instalar su cañón en cuestión de minutos. Fue tan simple como indicarle el lugar en el que querían colocar el cañón, marcar su emplazamiento con estacas que iban a servir para que el conductor del toro supiese sus dimensiones, y dejarlo hacer su trabajo. El toro hincó su pala en la tierra y aceleró, arrastrando todo ante sí.

El suelo se levantó como si fuese simple arena y no una tierra seca y quebrada por falta de agua que casi parecía piedra por la falta de humedad. En cuestión de minutos el toro había excavado una trinchera de un palmo de profundidad lo suficiente amplia como para enterrar el cañón y a partir de ahí, todo fue acelerando.

El operario del toro ya había marcado los limites de la trinchera y ya trabajaba sin miedo a errar su trabajo, así que fue tan simple como ir repitiendo la misma operación una y otra vez. El toro hincaba la pala en el suelo y empujaba arrastrando entre cinco y diez centímetros de tierra frente a él a lo largo de la trinchera. Una vez hecho esto retrocedía para repetir el mismo proceso tantas veces como fuese necesario.

Al final en solo tres horas la primera de las trincheras estaba finalizada y con ello Trump pudo empezar a desplegar su cañón. Si todo iba bien a primera hora del día siguiente estarían dispuestos para hacer fuego, aunque si querían disparar de forma efectiva contra el canal precisarían de telémetros que debían recibir desde Alemania procedentes de viejos buques desactivados. Estos aun tardarían unos días en llegar, esperaba que en compañía de alambradas y minas para defender su posición.

Estaba pensando en ello cuando vio como un aeroplano se acercaba al paso con rapidez, aunque al reconocerlo como uno de los bimotores españoles nadie le prestó demasiado atención. Poco después el aeroplano dejo caer un lo que le pareció un objeto que resultó ser una gallina que aleteaba con fuerza y que no tardó en ser recogida por uno de los soldados en la base principal. No habían pasado ni veinte minutos cuando el coronel Vigón se acercó hasta la base Gamma en uno de sus automóviles, reuniéndose de inmediato con el teniente coronel Pereira, jefe del batallón y con él mismo.

—Reconocimiento aéreo nos advierte de la llegada de tropas enemigas a Suez.

Palacio Real, Madrid, 14 de diciembre de 1917

El rey Alfonso XIII no pudo dejar de notar la sonrisa de oreja a oreja que adornaba el rostro de Weyler cuando acudió a la reunión que el propio Weyler le había solicitado. Aquello de por si ya era raro pues por lo general se reunían una vez a la semana y solo muy de tanto en tanto tenían alguna reunión extraordinaria como aquella, generalmente asociadas a sucesos de cierta importancia. Precisamente por eso, por la excepcionalidad de la reunión y la sonrisa que traía el viejo general, Alfonso supo que algo había salido excepcionalmente bien; una negociación, algún desarrollo tecnológico o una victoria lograda por las fuerzas españolas… pensándolo bien, casi seguro que era una victoria. El general no era un político ni un científico, así que por buenas que fueran las noticias en ese sentido, no le hubiesen causado la satisfacción que ahora leía en su rostro.

—Victoria, Majestad, hemos logrado una victoria que pasará a los anales de la historia militar. El coronel Vigón lo ha logrado, ha alcanzado el canal de Suez y ha estado a punto de copar a todo su ejército de Egipto… y ¡lo ha hecho con una columna de cinco mil hombres!

—¡Dios Santo! ¿Qué ha ocurrido, Don Valeriano? No me tenga en ascuas y cuénteme más.

—Mire, majestad, el mapa del Sinaí, donde Moisés recibió las tablas de la ley. Verá que los únicos caminos de cierta enjundia son los que recorren la costa mediterránea, los ingleses incluso construyeron un ferrocarril allí. Vigón se dio cuenta de que los británicos estaban aferrados a esa ruta y dejaban todo el interior de la región abandonado y atacó por allí. Dios mío, hace solo veinte años hubiese sido imposible pasar un ejército por esa zona, qué digo veinte años… hace solo dos años los turcos y británicos apenas fueron capaces de mover agrupaciones del tamaño de compañías o un batallón como mucho…pero ahora, los camiones lo han cambiado todo.

—¿Cómo es eso?

—Los camiones necesitan muchos menos suministros que los caballos y son tremendamente más eficientes. Vigón empleó el gran numero de vehículos a motor que enviamos a ultramar para maniobrar por ese territorio y apareció en la retaguardia enemiga, justo aquí, junto al canal. De no ser porque un avión enemigo los divisó cuando estaban por caer sobre el oasis de Qatiya o Katia y alertó a su guarnición, Vigón hubiese cortado en dos al ejército enemigo y hubiese dejado a un cuarto de millón de hombres aislados en el frente donde los hubiésemos aplastado libremente.

—Entonces no logró su objetivo y la victoria… —empezó a decir el monarca.

—No importa, majestad, no importa. No logró cortar las comunicaciones pero cortó el ferrocarril y destruyó las conducciones de agua. El ejército británico está retrocediendo tan rápido como puede de regreso al canal porque la alternativa es morir de sed. Hemos alcanzado el canal y ya veo el final de la guerra. ¡Ruego a Dios que me perdone por mi arrogancia! Pero veo el final de la guerra.

—¿Está seguro de eso, Don Valeriano?

—Seguro no hay nada, pero los austriacos, escuchando nuestra solicitud, han enviado nueva artillería de sitio a Palestina. Se trata de cañones pesados de gran alcance que ahora llevaremos al canal y desde allí destruirán cualquier buque que trate de cruzarlo. Es decir, negaran el uso del canal a nuestros enemigos.

Mientras hablamos esos cañones ya están siendo instalados. Cuando lo hayamos hecho, habremos negado el canal a nuestros enemigos. Los efectos que eso arrastrará serán catastróficos y se sucederán como una avalancha que arrastrará al abismo a nuestros enemigos uno tras otro. Ahora, todo dependerá de nosotros. A la Entente solo le quedara una posibilidad, solo una. Conquistar el sur del estrecho de Gibraltar o eliminar a la propia España. Si lo logran, puede que sobrevivan durante un tiempo… —respondió el viejo general, que fue interrumpido por el rey Alfonso.

—¿Y si no lo logran?

—Si no lo logran… ahora mismo el frente de Macedonia requiere, según nuestros cálculos, de media docena de cargueros a la semana para mantenerse en pie, y eso que el frente está más bien en calma. Italia es deficitaria en muchos productos, desde carbón a alimentos, así que seguramente precisa de medio centenar de cargueros a la semana solo para subsistir. Argelia precisará de otra docena de cargueros y la flota enemiga situada en Creta, con más de cien buques, al menos doce carboneros a la semana. Y todo eso tiene que salir de dos únicos puertos de importancia, Marsella y Tolón que hay en Francia, donde además, deben llevar los suministros en ferrocarril desde los puertos del Cantábrico.

Un sistema que, como será evidente a su majestad, es tremendamente caro e ineficiente. Los barcos cargados de carbón y alimentos llegan a Brest o Saint Nazaire, allí son cargados en trenes que deben llevarlos a los dos únicos puertos desde los que los pueden repartir a sus destinos en el Mediterráneo.

No, no pueden mantener tantos frentes abiertos con solo dos puertos de importancia. Menos aun por cuanto vamos a enviar cada submarino que tengamos a esas rutas. Los efectos que esto provocará son sencillos de predecir.

La primera en caer será Macedonia y nosotros vamos a ayudar a ello. Nuestra flota ya ha recibido ordenes de realizar una incursión en aquella ruta. Tendrán que evacuarla liberando a Bulgaria de su frente y, si los alemanes son inteligentes, emplearan a esos búlgaros para reforzar el frente del este, más para labores policiales y de ocupación que para otra cosa, liberando de esas tareas a su propio ejército que podrá emplear otras tantas divisiones en frentes vitales o para aplastar de una vez por todas a Rumania.

Posiblemente la segunda en caer sea Rumania si es que Rusia no cae primero. Como sea, Rumania no podrá sobrevivir sin su valedor ruso, sobre todo si el frente de Macedonia se desactiva. Así que Rumania se verá arrastrada fuera de la guerra, y van dos o tres si contamos a Rusia.

Luego caerá Italia. Desde Suiza nos informan que ya está pasando hambre. Ahora que ya no pueden comerciar ni a través del estrecho ni por en canal, sus problemas se multiplicarán por cien. Un hombre puede sobrevivir sin cambiar de ropa, pero no sin alimentos, combustible ni abrigo. Con su comercio cerrado los precios de los alimentos y del combustible se dispararán y solo los más pudientes podrán costeárselos, aumentando los problemas internos de su nación. Dudo que logren mantenerse hasta el próximo verano.

—Quedaran Francia, Inglaterra y Estados Unidos, los más poderosos de nuestros enemigos. —mencionó el monarca.

—Por supuesto y solo entonces, cuando caiga Italia, nos podremos concentrar en Francia, tanto por tierra como por mar y aire. En tierra los alemanes y austrohúngaros podrán enviar a decenas de divisiones que ahora están atascadas en el este a Flandes y lo mismo vale para los cientos de aviones que ahora tienen allí. En cuanto al mar, cuando caiga Italia la situación en el Mediterráneo habrá cambiado de forma definitiva. Sin la flota italiana y con el actual balance de fuerzas navales, tendremos paridad, pero eso es a día de hoy, para el próximo verano nosotros tendremos nuestros tres nuevos acorazados y eso cambiará las cosas. Para entonces tendremos, si la memoria no me falla, nueve acorazados contando los tres acorazados rusos ya en servicio, a los que podremos sumar los cuatro acorazados austrohúngaros y los cinco cruceros de batalla que tenemos entre nosotros y los alemanes.

—¿Y la única solución que le queda a la Entente es que conquisten el estrecho de Gibraltar? —preguntó el monarca.

—Es una salida a corto plazo. Si cae Melilla o nos derrotan y obligan a rendirnos, podrán cruzar el estrecho y comerciar con Italia aunque sea en convoyes escoltados y alargar su agonía. Borja tenía razón, el Mediterráneo es la clave y ahora esa llave la controlamos nosotros.

—En ese caso esperemos que nuestros hombres sean capaces de resistir.

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