La caída III

Gran Café, Antiguo café Fornos, Madrid, 25 y 26 de enero de 1916

Para el teniente de ingenieros Gabarró, la misión de seguir a José Gómez-Acebo y Cortina, diputado por Guadalajara, y cercano al presidente del Consejo de Ministros, le parecía una verdadera pérdida de tiempo. Él hubiera preferido estar en el frente del sur de Francia, en su regimiento, pero días antes del estallido de la contienda, fue trasladado a Madrid, con destino en el SIM, donde por sus aptitudes en lengua francesa traducía parte de la documentación que llegaba de Francia.

A partir del cambio de Gobierno, el general Díaz en persona le había ordenado que se convirtiera en la sombra de ciertos políticos del Partido Liberal, de aquéllos que, por una u otra razón, sin haber entrado en el gabinete de Romanones, disfrutarían de la confianza del conde. Romanones sabía que tras el asunto Brocas, sus antiguos colaboradores estaban sometido a vigilancia por varios servicios, civiles y militares, Gómez-Acebo no se contaba entre los más conocidos.

Para Gabarró, aquella mañana era una más en la rutina del Diputado José Gómez-Acebo y Cortina, al igual que otros políticos, los acontecimientos de Juby, Canarias y Filipinas parecían no afectar. Gabarró estaba enfurecido, ya que pocos, muy pocos diputados o senadores se habían incorporado a filas, y por contra eran los más quienes habían nombrado a sus hijos o sobrinos secretarios particulares con vistas a evitar su movilización.

José Gómez-Acebo y Cortina cambió su rutina y en lugar de sentarse en su mesa habitual del Café Fornos, donde repasaba la prensa diaria, entró en uno de los reservados del café. El Café Fornos, tenía fama de ser lugar de encuentro entre políticos, intelectuales y miembros de la Corte, disponiendo de Reservados donde poder disfrutar de cierta privacidad tras las represen-taciones teatrales. A pesar de ello, Gabarró, cumpliendo su tarea, logró oír parte de la conversación entre José Gómez-Acebo y Cortina y su desconocida visitante, pues no había duda de que se trataba de una mujer. Entrecortada, la conversación que pudo escuchar era en francés, lengua habitual entre los distintos servicios diplomáticos y entre las personas que gozaban de cierto grado social.

Tomaba notas sin atender a que decían los interlocutores. La conversación acabó con un rotundo “Non” por parte de la fémina y varios de los presentes se dirigían a la puerta del Reservado con rapidez, cuando no de forma violenta. Gabarró ocupó una de las mesas próximas, repasando sus notas. Canarias, Paz, Francia, retirada, negociaciones, Japón.

La sorpresa de Gabarró fue mayúscula cuando reconoció a la Dama que conversó con Gómez-Acebo. Elegante como siempre, mantenía una hierática actitud a pesar de la violenta despedida. Arturo Gabarró, se dirigió al mostrador, solicitando que le permitieran hacer una llamada urgente. Minutos después el general Díaz, al corriente de las averiguaciones de Gabarró, contactaba con el ministro de Guerra Luque y Coca.

La llamada de Díaz fue una sorpresa para el ministro Luque y Coca. No había duda, los dos militares mantenían una cortés, pero fría y distante relación, motivada por la clara filiación de Luque y Coca con el Partido Liberal, su estrecha relación con Figueroa y sus devaneos republicanos durante su juventud. Aunque a Díaz no le pasaría por alto su distanciamiento con Figueroa, el cual se había mostrado más preocupado por su futura carrera que por los acontecimientos en África y ahora Canarias.

Coca y Luque, y Díaz, tras informar el último sobre las averiguaciones de Gabarró, departieron sobre la toma de Villa Bens. Ambos consideraban que la acción de Bens en noviembre había incapacitado a Cartier, el General Francés, para subsiguientes acciones. Sin duda los británicos debieron recomponer los abastecimientos del francés, al menos con suficiencia para atacar Villa Bens.

Bens, y Llano de la Encomienda habían actuado con destreza profesional, intentando en un primer momento rechazar a los cerca de nueve mil franceses, y sobre todo, su extraordinaria artillería. La defensa del Draa se mostró como imposible, retirando Llano el primer batallón hacia Villa Bens, para proceder a las destrucciones planificadas. El segundo batallón, así como los Tabores de Regulares de Juby 1º y 2º no habían sufrido ataque alguno, más allá de alguna acción encaminada a impedirles actuar en socorro del batallón canario atacado.

Una vez tomada Villa Bens, los franceses habían suspendido sus acciones. Mientras se discutía el alcance de tal acción, y en previsión que los franceses buscaran copar a las restantes fuerzas, Madrid había ordenado retirarlas hacia el Seguia, ya en el Sahara; abandonando Juby y el norte de la línea Izarguien-Samara-Farcia, pero quedando dentro de la línea los pozos de la comarca de los izarguien. Esta acción se resolvió como precipitada, los franceses fueron sustituidos por británicos, volviendo los primeros a cruzar el Draa, y los segundos embarcando en dirección a las Islas Canarias orientales.

Bens, alertó de la posibilidad de que la Entente solo buscara un punto de apoyo contra las Canarias, pero fue desoído, al desconocerse los numerosos movimientos navales enemigos en vísperas del asalto a Villa Bens. Coca y Luque y Díaz se achacaban mutuamente la falta de previsión, aunque la sorprendente reunión de Gómez-Acebo, les obligaba a un mayor entendimiento, ambos hombres pondrían a España por delante de sus intereses y de sus fobias.

—Díaz, entonces, ¿crees oportuno llamara a San Rafael?

—No sé qué decirte, pero sé que desde el Ministerio ya se han realizado varias llamadas a la provincia de Segovia. Tal vez debamos esperar. Telefonea con alguna excusa, pidiendo consejo y le comentas que has sabido que un hombre próximo a Figueroa pretende llegar a un entendimiento con una potencia extranjera.

—Bien, entiendo que de momento sin nombres. Le comentaré que he ordenado a Bens que sondee la posibilidad de avanzar de nuevo sobre el Draa. Sus informes son claros al respecto, escasas patrullas de caballería francesa entre el Draa y Saguia El Hamra e incluso de establecer un puesto de observación en Daora o Hausa, como paso previo a retomar Juby.

—Sí, pídele consejo. Mañana hablamos.

Madrid-Segovia, tarde del 25 de enero de 1916

—Por favor, coronel, desearía hablar con el general. —solicitó el ministro Luque.

—A las órdenes de Vuecencia. El general en este momento descansa. Tengo órdenes de no molestarle, so pena de tratarse de asuntos de la mayor gravedad. —respondió el ordenanza.

—Créame coronel, si no fuera así no turbaría el descanso del general.

—Deme unos minutos mi general.

—Espero, coronel.

Pasados unos minutos. —¡Señor ministro! dígame, ¿Qué asunto desea comunicarme?

—General, tengo mis dudas acerca de los movimientos anglo-franceses en Juby y Seguia el Hamra. Los franceses atacaron Villa Bens fechas antes de la invasión de Fuerteventura y ordenamos a Bens que abandonara el Draa y se retirara hacia el Seguia.

—¿De qué fuerzas disponía Bens? ¿Cuáles eran las enemigas?

—Bens disponía de cuatro batallones, dos de voluntarios canarios, el reconstituido Tabor de Cabo Juby y un segundo formado por saharianos y tuaregs. Dos escuadrones de caballería, y alguna pieza de artillería, en realidad de escasa eficacia. Los franceses contaban con el equivalente a unas dos brigadas y artillería abundante, con munición suficiente como para no exponer a su infantería.

—Entonces, obraron con acierto. Dígame, Agustín, después de Villa Bens, que movimientos realizaron los franceses.

—Ninguno mi general. Aparecieron los británicos y embarcaron rumbo a Canarias. Al parecer según Bens, se replegaron hacia el norte del Draa.

—Sin duda solo buscaban un trampolín. ¿Nadie pensó en ello?

—En realidad, Bens interpretó correctamente el movimiento enemigo, pero nos pareció imposible. La Marina no tenía información sobre los movimientos de la Royal Navy.

—Oiga Agustín, Miranda ¿sigue de ministro? No conteste, me lo imagino. En fin, no creo que me telefonee para discutir el futuro de cuatro batallones.

—No mi general. Al parecer, un diputado próximo al Conde de Romanones intenta negociar con una potencia extranjera.

—¿Al parecer? Venga Agustín, no me dará los nombres de los interlocutores, pero Díaz y usted, saben sus nombres. El emisario de Figueroa debe ser un diputado de su máxima confianza y el interlocutor extranjero próximo a los británicos. Los franceses accederían a cualquier cosa con tal de olvidarse del frente del sur. Pronto necesitarán hasta el último hombre para expulsar a los alemanes en Flandes.

—No puedo darle nombres, debe entender vuecencia…

—No me da nombres, pero me lo cuenta. ¿Sabe algo Su Majestad? Me imagino que por usted no y por Díaz, tampoco. No creo que Figueroa le vaya con la noticia. ¿Qué quiere que haga?

—Mi general, Díaz y yo creemos que debe volver a Madrid y ocupar su escaño en el Senado. Pocos hombres hablan por España.

—Bien Agustín, ¿y qué quiere que diga yo en el Senado?

—Evite que los políticos negocien una Paz a espalda de los ejércitos. No hemos sido derrotados, apenas hemos sufrido bajas y todo sigue conforme a nuestros planes.

—Bien, no le prometo nada, pero el Congreso y Senado están en periodo vacacional. Hasta febrero no hay sesiones.

—Gracias, general.

—¿Qué sabemos de Filipinas Agustín?

—Poca cosa, y mala. La Escuadra del Pacifico fue destruida. Usted ya sabe que significa.

—Sí, sí, sé que significa. Los japoneses ocuparán una a una todas las Islas del archipiélago. Los británicos comprenderán el alto precio a pagar por desentenderse de Spee y dejar a los nipones el trabajo. Si hubieran echado un vistazo a cualquier mapa hubieran entendido que australianos y neozelandeses se bastaban en el Pacífico. No han sabido confiar en sus Dominios y ello les significará una gran factura, tal vez no ahora, pero sí en próximas generaciones. Agustín, usted y yo no lo veremos, pero el Imperio Británico empieza a cimentar su desaparición.

—No lo parece mi general, no lo parece.

—Lo sé Agustín, lo sé. Pero cuando Liniers defendió Buenos Aires sin ayuda de la península, los platenses tomaron conciencia de su Yo, al igual que ahora lo harán los australianos y neozelandeses. Desangrados en los estrechos, el botín es para los japoneses.

—Un interesante punto de vista mi general. Tal vez este punto de vista debería ser objeto de reflexión en Londres.

—Hable con Alba, tal vez mantenga contactos en Saint James.

Hispano Suiza, Barcelona, 27 de febrero de 1916

Damián Mateu y Brisa, accionista principal y presidente de Hispano Suiza se reunión con algunos de sus colaboradores más cercanos con el fin de debatir la marcha de la empresa. La reunión empezó con un repaso de las actividades del último año. La empresa “Hispano, fábrica de automóviles y material de Guerra S.L.” de Guadalajara se había concentrado en la producción de camiones 40/50 con motor de seis cilindros en línea, logrando una producción de cien camiones al mes.

Las dos fábricas de Barcelona, la vieja de Floridablanca, concentrada ahora en la producción de motores y piezas para surtir a otras empresas como la Iberia de Zaragoza, además de máquinas herramientas, y la de la Sagrera, que producía motores de ocho cilindros en V para la aviación y estaba desarrollando los nuevos vehículos blindados Pizarro para el ejército. La cuarta y última fábrica de Hispano Suiza en España hasta el momento, era la Hispano Aviación, recientemente creada en Sevilla, en la que empezaban a producirse aviones bajo pedido del ejército, empezando por los biplanos utilitarios diseñados por el capitán Barrón.

Cañón Becker

Gracias a la guerra incluso habían logrado expandir su negocio, abriendo una nueva fábrica en la monarquía de Austria-Hungría que ya estaba entregando sus primeros motores. Unos motores que había impresionado tanto al ejército español como al austrohúngaro. Eso le hizo plantearse la posibilidad de extender su uso al Imperio Alemán. La guerra estaba suponiendo un revulsivo en muchos aspectos y el industrial era uno de los principales y más afectados. Sin embargo el punto estrella de aquel día era diferente. Damián quería extender sus actividades hacia la fabricación de armamento.

—Este que les voy a mostrar es el cañón automático de 20mm Becker. Lo patentó su diseñador en España hace dos años, y la comisión de artillería ha pasado el último año evaluando si tiene alguna utilidad, para lo cual ha construido varios prototipos. Hace solo unas semanas del fin de la evaluación, con signo positivo. El ejército ha pensado que este cañón puede ser de utilidad como arma antiaérea. Si este consejo lo aprueba, podemos expandir nuestro negocio y entrar en el campo del armamento. Por ello quiero proponer al ministro Bustamante que seamos nosotros quienes fabriquemos este cañón, bien en nuestras instalaciones de Guadalajara, aquí en Barcelona o bien abriendo alguna otra fábrica donde sea menester. ¿Qué opinan ustedes?

—Expandir los campos de negocio siempre es una buena idea, máxime en una época como esta en la que el negocio está casi asegurado. Me preocupa sin embargo estar abarcando más de lo que podemos permitirnos. —dijo Francisco Seix Zaya. —La guerra no durará para siempre. A día de hoy fabricar armas es una buena idea. Tendremos comprador asegurado y aumentaremos el negocio, pero cuando esta guerra acabe nadie querrá armas. El mercado no ya europeo sino mundial estará lleno de armas de segunda mano durante décadas, y las fábricas de armamento dependerán por entero de los pocos contratos que logren con los ejércitos de sus países. Si hacemos esto, debemos hacerlo en una de las fábricas que ya tenemos. Una fábrica que con la paz pueda dedicarse a la producción civil.

—Estoy de acuerdo con las palabras de Don Francisco. Podemos fabricarlos en la factoría de la calle Floridablanca. Es nuestra fábrica más antigua, pequeña y de peores capacidades. Además, me gustaría recordar que el Ministerio de Armamento ha solicitado un nuevo diseño de ametralladora con un premio de cien mil pesetas. Evidentemente este cañón no servirá pues por lo que veo en su pliego técnico, tiene poca capacidad de munición, pero tal vez pueda servir de base para algo diferente. Ya sea con base en este cañón o en alguna ametralladora existente, pienso la Bergman patentada el año pasado en España. —intervino Gerónimo García, uno de los accionistas de la compañía y veterano de la guerra del 98. Una guerra en la que participó en el saqueo de Filadelfia donde se apoderó de un Murillo que vendió por más de cien mil pesetas, las malas lenguas decían que por mucho más, que fueron el inicio de su fortuna.

Submarino Isaac Peral, 22 de febrero de 1916

El submarino Isaac Peral estaba al acecho, navegando en las aguas que el Tte. de navío Pedro de la Soga consideraba más propicias, las aguas situadas más allá de las treinta millas. Era en estas aguas en las que disfrutaba de más posibilidades de encontrar alguna presa, al mismo tiempo que en las que menos posibilidades tenía de ser atacado por fuego amigo. Al fin y al cabo en aquellas aguas tan solo solo eran patrulladas por los dirigibles españoles, mientras las situadas en las treinta millas eran patrulladas por agrupaciones de corbetas y las más interiores por otras de dragaminas y patrulleros.

Además, era en estas aguas en las que podía exprimir al máximo la velocidad en inmersión de su submarino. La semana anterior había cazado en aquellas aguas a otro submarino francés, por el simple método de escuchar atentamente los mensajes radiados por el dirigible E-20, para dirigirse hacia el lugar a 14 nudos, siempre en inmersión. De alguna forma el sumergible enemigo navegaba en superficie, posiblemente recargando sus baterías ajeno a la presencia del dirigible volando a más de tres mil metros de altura y más de veinte millas de distancia de él. Eso le permitió acercarse al submarino enemigo con eficacia para, una vez localizado, atacarlo con un único torpedo que lo mando al fondo.

Una vez torpedeado el submarino salió a superficie aprovechando que el dirigible, su ángel de la guarda, confirmaba que no había enemigos al acecho. No tardó en localizar a cuatro supervivientes a los que rescató, confirmando que se trataba del submarino de la clase Brummaire; Arago. Una magnifica presa, la segunda que cazaba, en ambos casos submarinos enemigos. Además, en su fuero interno Pedro de la Soga consideraba que el submarino que probablemente habían cazado en el nuevo campo de minas situado a instancias suyas cerca de Suances corría también a su cuenta. Bueno, a fuer de ser sincero, la mitad del hundimiento del último submarino francés le correspondía al dirigible, sus ojos en el cielo, como gustaba de llamarlos o su ángel de la guarda.

Lamentablemente con el clima invernal apenas podían volar un par de días a la semana con suerte y suerte era lo que necesitaba ese día para encontrar alguna presa, así que se dirigió al este, acercándose a la costa francesa…

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