Muntaner VI

Chlef, 19 de junio

Para sorpresa del capitán Velasco y del resto del ejército la resistencia francesa fue mínima y pudieron salvar la zanja antivehículos sin dificultad. Sin conocer la razón de tal hecho, Velasco llevó sus Pizarro hacia Chettia mientras la infantería cruzaba tras él.

Sin encontrar resistencia de consistencia no tardó en llegar a la localidad que tenía marcada como objetivo, que encontró abandonada y con varios edificios en llamas. Solo entonces se dio cuenta de que os franceses habían emprendido la retirada antes de su ataque, dejado varias unidades ligeras de cobertura que ahora trataban de salir de allí.

El teniente general Fernando Moltó Ocampo, nuevo comandante del XXX cuerpo de ejército tras el ascenso del general Marina al mando de un Ejército en los Pirineos, ordenó la persecución. A falta de caballería el general Moltó confió aquella labor en la 1ª división ligera y los dos grupos de exploradores que permanecían con él, entre los que estaba su grupo.

En cuanto recibieron la orden se lanzaron en una carrera desaforada para tratar de cazar al enemigo en retirada. Por supuesto no fue tan fácil, en El Attaf sufrieron una emboscada cuando fueron tiroteados por varias secciones francesas. Afortunadamente el blindaje de los Pizarro aguantó de forma admirable, pero como los franceses empleaban un cañón tuvieron que retirarse brevemente y al caer la noche se detuvieron para descansar y mantener sus vehículos.

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A la mañana siguiente solo catorce de los Pizarro estaban en condiciones para continuar, así que Velasco dejó al resto atrás, sabiendo que cuando la infantería los alcanzase los recuperaría. Mientras tanto él continuó la persecución, atrapando algunos rezagados. De tanto en tanto incluso se encontraba con carros abandonados, muchos de ellos con desperfectos en las ruedas o los ejes.

Estaba llegando a Aïn Defla cuando se encontraron con uno de los extraños blindados que habían hostigado sus posiciones días atrás. Velasco de inmediato ordenó detenerse a su grupo y rodeo el vehículo mientras Porta se acercaba a él en compañía de un par de hombres para inspeccionarlo. El blindado de cadenas de una extraña forma que recordaba a una barcaza, con un cañón en el morro y en el que las cadenas no llegaban hasta el morro, era toda una captura que sin duda el Ministerio de Armamento desearía inspeccionar.

Aprovechando el alto, Velasco estudió el mapa de la zona para a continuación observar los alrededores con sus largavistas. Unas montañas que había unos doce kilómetros de su posición le preocupaban lo suficiente para detenerse a la espera de la llegada de refuerzos. No sabía donde estaba la 1ª división ligera y mejor no pensar en donde estaría la infantería, seguramente dejada atrás en aquel rápido avance. Necesitaba una posición elevada que le permitiese hacerse una idea de cuál era su situación.

Operación Muntaner, día 22 de junio

El coronel Alberto Castro Girona miraba fijamente la evolución de un aeroplano que sobrevolaba la flota formada por ciento cincuenta buques que se extendía a lo largo de millas y millas de mar. Minutos antes al recibir el aviso de los vigías había corrido a cubierta para buscar el aeroplano con sus prismáticos, comprobando poco después que se trataba de un hidroavión procedente de África y por lo tanto posiblemente francés.

Por supuesto ya sabía de la presencia de aviones franceses en Argelia, de hecho su numero no dejaba de incrementarse desde que las fuerzas españolas iniciaran su ofensiva semanas atrás. Lo que lo sorprendía era que un avión se dedicase a sobrevolar el océano en plena ofensiva española. Tal vez aquel avión no fuese útil en el frente por alguna razón, tal vez por ser un modelo hecho exprofeso para tareas marítimas o quien sabe, tal vez fuese un avión que se dirigía a Argelia desde otro lugar. ¿Existía alguna masa de tierra lo bastante cercana a Argelia como para un vuelo sin escalas? ¿Tal vez había despegado de un barco? Eran preguntas sobre las que debía reflexionar.

—No se preocupe, coronel Castro. —estaba diciendo el capitán de navío Osma, comandante del crucero de batalla Almirante Cámara en el que viajaba en aquellos momentos. —Hemos dejado atrás Argel, y estamos a unas 78 millas náuticas al norte de Bujia. Es casi imposible encontrarnos con submarinos enemigos en esta zona, pues nadie caza en donde no hay presas. Además, esta mañana el enemigo estaba aún anclado en Tolón así que ya no podrá alcanzarnos. Son unos 146 kilómetros, coronel Castro. —aclaró al ver que Castro estaba tratando de convertir la distancia náutica en los habituales kilómetros.

—Gracias, comandante, no consigo acostumbrarme a las distancias náuticas… sobre el hidroavión. ¿Qué cree que ocurrirá ahora? —quiso saber Castro.

—Todo dependerá de si el aeroplano lleva aparato TSH, aunque siendo un escenario tan secundario como este lo dudo mucho, además no hemos captado ninguna transmisión procedente de él. Así pues, deberá regresar a tierra firme, y cuando lo haga dará la alarma. Supongo que tardará una hora u hora y media en llegar a tierra y concedamos otra hora en transmitir el mensaje a Francia y al menos otra hora para que decidan su reacción. Sí, creo que esa es una buena previsión, desde el momento en que el hidroavión se retire tendremos unas tres horas para que el enemigo reaccione.

—¿Y cuál cree que será su reacción, por lo que tengo entendido su escuadra es inferior a esta, cree usted que trataran de alcanzarnos?

—Es difícil de saber. Ciertamente no pueden dejarnos navegar por el mediterráneo a nuestro antojo, así que es muy posible que traten de reaccionar. Su mejor opción sería tratar de interceptarnos con submarinos, pero dudo mucho que tengan submarinos en una zona por la que no hemos navegado ni nosotros ni los alemanes o austrohúngaros en los últimos tres años. Además, el SIM indica que el grueso de los submarinos de la Entente se han desplegado en nuestra costa Atlántica precisamente para evitar las salidas de nuestra flota de superficie.

Eso únicamente les deja la flota de superficie, y sí, es cierto que le llevamos cierta ventaja, pero esta no es muy acusada. Supongo que dependerá de si tratan de perseguirnos con su flota moderna o tratan de asegurar la superioridad incluyendo acorazados pre Dreadnought en ella. Sin duda si los incluyen, su flota será claramente superior a la nuestra, pero son buques lentos que moderaran su andar.

—¿No pueden perseguirnos con esos submarinos del Atlántico?

—No se preocupe por eso. Incluso teniendo en cuenta que vamos lastrados por los cargueros, lo que reduce la velocidad de la escuadra, aquellos submarinos son más lentos que nosotros. Nunca podrán alcanzarnos, y, de intentarlo, tendrían que superar la triple barrera del estrecho.

—¿A qué barrera se refiere?

—La Marina ha montado un sistema de patrullas en el estrecho, concentrando en él más de ochenta cazasubmarinos destinados únicamente a patrullar las aguas que median entre el estrecho y Melilla, para evitar que los submarinos enemigos puedan cruzarlo. Son unas ciento cincuenta millas, doscientos treinta kilómetros. No hay submarino que pueda avanzar eso sin salir a respirar.

—Y ahí los estarán esperando nuestros cazasubmarinos. Entiendo… creo. ¿Y cuál cree que será la reacción italiana?

—Esa es más fácil, si sumamos esta flota y la austrohúngara, quedan en una acusada inferioridad. Apostaría a que encerraran su flota en sus puertos y trataran de obstruir el canal del Otranto y los puertos del Adriático con sus submarinos por si pueden hundir alguno de nuestros buques. De todas formas, no se preocupe, llevamos mucha ventaja y el mar es muy grande.

Lo lograremos, así que si quiere preocuparse piense en cumplir con su parte.

—Ya lo hago, Don Osma, ya lo hago. Pienso en ello casi cada minuto del día. Nuestra parte va a ser difícil, y me temo que muy sangrienta. Hay tantas cosas que pueden salir mal aun llegando sin novedad, un desembarco desastroso, una resistencia que nos cause ríos de sangre por cada palmo de terreno ganado, un contraataque que nos cerque… demasiadas cosas, por eso me ha venido bien dejar de pensar en ello por unos momentos.

—En ese caso venga a verme cuando quiera. —respondió el capitán Osma con una sonrisa. —Hablaremos mientras tomamos un buen jerez y fumamos unos cigarros para aliviar nuestras preocupaciones.

—Le tomó la palabra. —respondió Castro con un suspiro…

Esa misma tarde, lejos de allí, en Tolón, la actividad en el puerto era frenética. La flota española había sido localizada cerca de la costa argelina con rumbo este. Como habían superado ya Argel no se trataba de una invasión a esa ciudad, pero quedaban otras como Bone, Bizerta, o Túnez, aunque la entidad de la flota de transporte no auguraba nada bueno.

Como fuere no había más remedio que salir de inmediato a mar abierto, las calderas de los buques fueron encendidas sin más dilación, creando el vapor que movería las turbinas. Faltaban aun horas para poder partir, pues esta tarea era sumamente delicada y llevaba mucho tiempo. Para cuando esa tarde se hicieron a la mar, la flota española debía estar al menos a 50 millas de su posición inicial, y para empeorar las cosas su salida fue detectada por uno de los dirigibles enemigos que sobrevoló la ciudad. El enemigo sabía de su llegada.

Sede del Almirantazgo, esa misma noche

La noticia de la salida de la escuadra española no había llegado a Londres hasta media tarde, sumiendo al Almirantazgo en un mar de incertidumbres. En Francia parecían creer que la flota tenía como destino la costa argelina para realizar un nuevo desembarco, posiblemente Bugía, donde podrían cortar el ferrocarril que unía Argel con Túnez atrapando a los ejércitos franceses de Argelia en una atroz tenaza que los asfixiaría.

Sin embargo existía otra posibilidad. El rumbo de la escuadra española la llevaba invariablemente hacia Malta, la llave que controlaba el Mediterráneo central. A ese ritmo llegarían a la zona en 24 a 30 horas de navegación, por lo que no tenían más remedio que poner en alerta la isla, sabiendo que ya era demasiado tarde para enviar refuerzos.

La única ventaja de la isla era que en esos momentos tres submarinos permanecían en puerto y otro debía arribar a no mucho tardar. Por ello serían rearmados y zarparían para tomar posiciones alrededor de la isla de inmediato. Había que defenderse por todos los medios pues si se apoderaban de aquella isla, España constreñiría a los italianos en sus puertos y a Francia en los suyos, cortando de forma total el enlace entre Francia y Argelia.

También las flotas de Casablanca y Canarias serían puestas en alerta por si era necesario tomar medidas adicionales. El destino de toda la guerra parecía depender de aquella flota.

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