La caída VII

Auch, 23 de marzo a las 03:20

El Tte. general Echagüe fue despertado abruptamente por un ordenanza, que le comunicó el reciente accidente del general Ochando, quien se debatía entre la vida y la muerte en un puesto médico al norte de la ciudad. Su conductor no había tenido tanta suerte y había muerto debido a las hemorragias internas producidas por el golpe, aunque no antes de lograr pedir ayuda. Las fuerzas españolas en Francia quedaban descabezadas en el peor momento posible. Echagüe se vio obligado a tomar el mando de forma interina e inmediatamente se puso en contacto con todas las fuerzas bajo su mando y con la propia España. El ejército había perdido a su comandante, justo al poco de iniciarse el ataque francés. 

Poco después de amanecer el bombardeo cesó tan repentinamente como había empezado, para dar paso a la infantería. Desde las líneas en Montauban seis divisiones francesas pasaron al ataque lanzándose hacia las trincheras españolas. El ataque tan solo se detuvo unos segundos al llegar a las alambradas, pues el bombardeo no había sido suficiente para destruirlas. Reanudaron la carrera tras cortarlas dispuestos a recorrer los últimos metros, sin embargo, el tiempo perdido había sido suficiente para permitir la reacción de los defensores.

Varios kilómetros a retaguardia los artilleros españoles salieron de sus refugios para comprobar sus cañones y preparar la munición. Afortunadamente para ellos sus posiciones estaban muy a retaguardia de la línea del frente y los disparos se habían centrado en las trincheras construidas como señuelo, por lo que sus piezas estaban intactas. Por fin tras una larga inactividad las bocas de los cañones se elevaron hacia el cielo y sus recamaras fueron alimentadas con granadas, los artilleros por fin podían resarcirse y vengar a sus camaradas.

Segundos más tarde las granadas empezaron a caer sobre las tropas francesas, que fueron destrozadas por la metralla. Los atacantes eran sin embargo demasiados y poco después los poilus entraban en las desiertas trincheras que conformaban la primera línea española. Las fuerzas atacantes habían logrado avanzar los primeros metros hasta las trincheras solo para descubrir que estaban desiertas, encontrando únicamente algunas decenas de muertos y heridos. No tardaron en continuar avanzando impulsados por sus exultantes oficiales, mientras los proyectiles de la artillería española llovían desde el cielo sobre la tierra de nadie, causando nuevas bajas entre las tropas que avanzaban.

Pese al bombardeo continuaron avanzando solo para descubrir que dos kilómetros tras aquellas trincheras había una línea de trincheras que desconocían, desde la que les hacían fuego. Atrapados en campo abierto y enfrentados a infantería atrincherada, fueron barridos por los disparos de cientos de soldados que ahora sí, utilizaban sus fusiles y ametralladoras.

—Los franceses han ocupado nuestra primera línea sin problemas. Ahora los estamos bombardeando con todo lo que tenemos. Parece que quieren continuar el ataque aprovechando el impulso, pero nuestras reservas han llegado a tiempo y deberíamos poder bloquear su avance. —explicó el coronel Felipe. —El largo bombardeo previo nos ha beneficiado y logramos movilizarnos efectivamente, pero siguen atacando y aunque su artillería ha perdido efectividad nuestras fuerzas tienen problemas.

—De acuerdo. —respondió Echagüe, sabiendo que todo estaba ocurriendo conforme a los planes de Ochando. —Este ataque nos ha sorprendido parcialmente. Por reconocimientos anteriores creíamos que el primer ataque enemigo sería en la zona de Burdeos, no aquí. De todas formas no debemos perder la perspectiva. Nuestra labor es meramente retardadora, los frenaremos hasta agotar su ataque y aprovecharemos ese momento para retroceder.

Que el decimoquinto cuerpo de ejército se atrinchere entre Cadours y Beaumont de Lomagne. Serán el eje de nuestra maniobra de repliegue. Son unos veinte kilómetros desde el frente. Cuando el sexto cuerpo de ejército retroceda podrá sobrepasar a los del decimoquinto y retroceder tranquilamente hasta Gimont para recomponerse. Cuando eso ocurra los cuerpos quinto y séptimo en los flancos del sexto deberán rectificar su frente para enlazar con el decimoquinto, así que más vale que gasten toda la munición que no puedan cargar para entonces.

Alerten a las unidades no implicadas en los combates. Que estén preparadas para la retirada. Cuando se indique, que todas las unidades del frente abran fuego a discreción para que cuando retrocedan, hayan vaciado sus arsenales y que inicien el traslado del resto de suministros a retaguardia. Asimismo, cortad los últimos postes de telégrafos y trasladad cables y postes a retaguardia, todo el frente debe quedar esquilmado. A partir de ahora nos comunicaremos por telégrafo sin hilos y radio. El y tendido de cable de teléfonos de campaña que deberá ser recogido al evacuar.

—Como ordené, mi general. Los observadores alertan sobre movimientos británicos cerca de Burdeos.

—Que las unidades allí situadas permanezcan alertas. No podemos permitirnos ser rechazados en aquella zona. Es una de las llaves de nuestra retirada junto a Perpiñán. Los caminos de Irún y Cerbere deben conservarse o podríamos quedar aislados al norte de los pirineos y depender de los pasos de montaña. En esta época eso sería una catástrofe.

—Podríamos utilizar las brigadas navarras para reforzar al general Rubín en Burdeos. Son tropas muy motivadas y podrán ser de utilidad.

—Están al mando de Borja, ¿Verdad? ¡Hágalo! —ordenó Echagüe. —¿Sabemos algo de Madrid?

—No, mi general, de momento no parecen estar prontos a tomar ninguna decisión. Extraoficialmente se rumorea que el presidente podría querer sustituirle, pero que Luque está bloqueando el nombramiento de un nuevo comandante del grupo de ejércitos en Francia. No quiere cambios en plena batalla.

—De acuerdo entonces. Caballeros, traten de dormir un poco, los días venideros serán exigentes al máximo. Despiértenme si se produce algún cambio en el frente por pequeño que sea. —dicho esto Echagüe se retiró a descansar mientras sus oficiales ultimaban los detalles e impartían las últimas órdenes del día. Esa noche los franceses pusieron en marcha la segunda fase de su plan. Hasta entonces sus ataques se habían centrado en ampliar su cabeza de puente en Montauban, ahora había llegado el turno de sus pontoneros.

Amparados en la noche y sin bombardeos previos que alertasen a los españoles, los zapadores franceses arrastraron sus botes hacia el río iniciando el cruce, llegando a la orilla sur minutos más tarde. No tardaron en asegurar la zona de la orilla desde donde cubrieron a los hombres que ya estaban tendiendo los pontones construidos durante el último año. Decenas de puentes de pontones empezaron a tomar forma lentamente, siendo especialmente importantes unos puentes especiales ordenados construir por el general Galieni año y medio atrás. Fue poco después de tomar el mando y con las fuerzas españolas avanzando hacia el norte durante los primeros días de conflicto, cuando ordenó destruir varios puentes de la zona comprendida Agent y Clairac. Pero sabiendo que llegaría el día de contraatacar ordenó que se hiciese de forma que sus cimientos pudiesen utilizarse posteriormente. Ahora esos cimientos eran utilizados para afianzar pesados puentes que serían utilizados por la artillería pesada.

Las fuerzas españolas que como en el resto del frente estaban atrincheradas en la segunda línea, situada a bastante distancia del rio, permanecieron ignorantes de las operaciones francesas hasta que una de las patrullas francesas pisó una de las minas terrestres sembradas en la zona. La explosión acabó con tres soldados y alertó a las fuerzas españolas que inmediatamente respondieron al ataque. Desgraciadamente hubiesen necesitado artillería pesada para destruir los pontones, y la mayor parte de esta estaba situada a más de 30 kilómetros en la zona de Montauban. La situación se complicaba para las fuerzas españolas.

Ministerio de Armamento, Madrid, 23 de marzo de 1916

—El baile por fin ha empezado en Francia. —dijo el ministro Bustamante a los secretarios de las diferentes secciones del ministerio, desde transportes, industria y energía. —La verdad, no entiendo cómo han tardado tanto. Nos tenían ganas desde lo de septiembre del catorce, de no ser porque las necesidades del frente ruso se impusieron hace un año nos hubiesen atacado mucho antes.

—La parte buena es que hemos disfrutado de un año adicional para reforzar nuestras defensas. —intervino el secretario Rivas Moreno.

—Sí, así es, don Francisco. Escuchen bien, en uno o dos meses nuestras tropas deberían haber regresado a los pirineos. Ordenen la suspensión de todas las obras nuevas en la zona del frente y concéntrense en culminar las ya iniciadas. A partir de hoy no quiero saber de ni un solo obrero civil a menos de veinte kilómetros del frente, iniciando una obra nueva.

—Eso dejará muchos obreros desempleados, señor ministro, y el mercado civil carece de posibles. ¿Ha pensado en qué hacer con ellos? Obras civiles no va a haber demasiadas mientras dure la guerra y no podemos arriesgarnos al paro de esas personas pues nos arriesgaríamos a que cayesen en la inanición.

—¿Ha pensado algo, don Francisco?

—Así es, señor ministro. Hace unos meses los empresarios de Valencia decidieron unirse para crear una mutua de salud para sus obreros. Una forma de retribuirles en especies por su trabajo ya que no podían aumentarles el sueldo y no querían arriesgarse a una guerra. De momento funcionan en los hospitales de la caridad de la ciudad, pero querían construir un hospital propio de la citada Mutua y han solicitado la ayuda del ministerio para ello. Me gustaría extender la medida al resto de capitales de provincia y polos industriales de la nación, animando a los empresarios locales a agruparse o tal vez a la propia Mutua valenciana a extender su ámbito de ocupación.

—¿Cómo se llama la Mutua? —quiso saber Bustamante.

—Mutua Asclepio de Trabajadores. La dirige José Juan Dómine, el director de los astilleros de la UNL, que también es médico. La idea parece haber logrado una gran acogida entre los trabajadores de la zona de levante. Han contratado un equipo médico por cada zona industrial, levantando una consulta para los trabajadores de las diferentes empresas de esa zona, por ejemplo uno para la zona industrial de Sagunto, otro para la zona portuaria de Valencia, etc., y quieren levantar un hospital para atender las enfermedades graves y los accidentes que puedan ocurrir en las fábricas.

—Y ahora quieren que los ayudemos a construir el hospital. No se me escapa que es una suerte de estafa para nosotros. El ministerio construye el hospital que mencionaba pero será una empresa privada la que lo gestionará y obtendrá beneficios, porque no dude que encontraran la forma de no perder dinero con esa mutua.

—Señor ministro, yo…

—No, don Francisco, no se preocupe. Solo constato un hecho. La idea me parece muy buena. España no se puede permitir una huelga y tal y como están las cosas los empresarios no pueden pagar sueldos mayores. Pagar unos pocos equipos médicos en lugar de a miles o decenas de miles de trabajadores sin duda será más rentable para la burguesía y lo mismo vale para nosotros. Si el precio de mantener la paz sindical en retaguardia es facilitar ese trabajo levantando algunos hospitales, lo haré sin dudarlo. Hablen con don José y vean como extender esa mutua al resto de España.

Río Garona, cerca de Mas Grenier, 23 de marzo a las 07:46

El joven piloto Georges Guynemer sobrevolaba el río acercándose al frente cuando se dio cuenta de la total falta de actividad en las trincheras españolas. Intrigado no dudo en descender para empezar a sobrevolar aquella trinchera, en la que no se veía ni un alma, parecía que se los hubiese llevado el diablo o más probablemente, que hubiesen evacuado la trinchera, por lo que sin perder tiempo canceló su misión de búsqueda de aviones enemigos y regresó a su aeródromo. Tenía que poner la información en manos de su comandante. Guynemer desconocía que todo su vuelo había sido seguido con interés por los observadores españoles, ocultos en una segunda línea situada a entre tres y cuatro kilómetros a retaguardia de allí.

Dos horas más tarde el general Foch, quien había escuchado con asombro la noticia de la ausencia de tropas enemigas en primera línea, había destacado varios aeroplanos de observación a lo largo de la línea española, sucediéndose noticias similares. Los españoles se habían retirado. Pese a todo, aun desconfiando de la intención española, ordenó a las divisiones del frente que emprendiesen una exploración agresiva de aquella primera línea. Por supuesto no era tan sencillo. Las tropas francesas tenían que cruzar el río y eso llevaría su tiempo.

No sería hasta cerca de las seis de la tarde cuando los soldados enviados como avanzadillas informaron que los españoles habían abandonado todas las posiciones de primera línea entre Bourret y Burdeos. Decidido a aprovechar la oportunidad, Foch ordenó a varias divisiones que cruzasen el río al este de Toulouse y asegurar aquellas posiciones recién abandonadas por los españoles. Poco después serían descubiertos y la artillería española empezó a disparar sobre estas trincheras y sobre la zona comprendida entre estas y el río, por donde avanzaban las tropas francesas.

Sorprendidos al descubierto los franceses sufrirían miles de muertos y heridos. Aun así lograron ocupar las posiciones españolas, cuyos ocupantes hacía ya horas que las habían abandonado. Constatado este extremo, Foch ordenó un avance general a lo largo de toda la línea. Sabía que la artillería enemiga se cobraría su precio durante ese avance, pero lograría asegurar el río y los puentes necesarios para cruzarlo con facilidad. Mientras tanto las fuerzas españolas continuaban en la relativa seguridad de sus trincheras de segunda línea, aún sin ser descubiertos por el enemigo.

Aunque las tropas francesas estaban logrando sustanciosos avances a lo largo de todo el frente, la artillería española se estaba cobrando su preció a un coste nulo para sus propias fuerzas. Era la victoria defensiva buscada por Ochando.

Presidencia del Gobierno, Madrid, 23 de marzo 1916

Álvaro de Figueroa trataba de poner en orden toda la información que recibía desde el frente de Francia. Fuerzas francesas atacaban las posiciones españolas desde diversos puntos, con violencia inusitada. En algunos puntos se lograba frenar a los franceses y a pesar de ello, según entendía, Echagüe había dado órdenes de iniciar el repliegue hacia la línea de los Pirineos. La confianza en su ministro de Guerra, Agustín de Coca y Luque era truncada, una vez más. Ahora se veía las caras con los ministros de Guerra, Agustín Coca y Luque; y Marina, Manuel Flórez y Carrió; y con la malhadada presencia de Díaz.

—¿Quién es Echagüe para dar tal orden?

—Excelencia, con Ochando debatiéndose entre la vida y la muerte, por escalafón le corresponde el mando, mientras no se nombre a un sustituto.

—Pero ¿esto no iba por antigüedad? Más antiguo que el General del Villar allí no hay nadie.

—Sí Excelencia, pero del Villar está al mando del Ejército de Levante, no es el momento adecuado para que tome el Mando.

—General Coca, no me gusta Echagüe, está muy comprometido con los conservadores.

—Pues más conservador que Del Villar no encontrará a otro, es más monárquico que Su Majestad, y más papista que un irlandés.

—Contralmirante Flórez, ¿desea dar su opinión?

—Excelencia, ya la he dado. Con su permiso mi general. Excelencia, Echagüe ha trabajado codo con codo con Ochando desde que fue cesado en diciembre. En estos tres meses, y anteriormente como ministro de Guerra, posee una visión global del Frente de Francia.

—Eso es así excelencia. Además, cumple escrupulosamente con los planes previstos. Nos enfrentaremos al enemigo en el terreno que nosotros decidamos, y siempre con la meta de conseguir la victoria al menor precio posible.

—Pero si nos retiramos del Sur de Francia, no tendremos ninguna baza negociadora. En estos momentos, es de suma importancia mantener la ocupación del Sur de Francia, en vistas a un entendimiento con la Entente, caballeros, que nos conduzca a la Paz.

—Excelencia, ese era el plan primigenio. Ocupábamos el Sur de Francia y negociábamos una Paz separada con los europeos, de tal forma que durante la estación de los monzones la Marina pudiera reforzar las Filipinas. Había planes para ello Excelencia, usted ha formado parte de varios gabinetes y no en puestos menores así que debía conocer si no el desarrollo de tales planes, al menos si unos esbozos. Como comprenderá, la implicación británica para con los japoneses era mucho mayor de la que creíamos. Todo hace indicar que Francia estaba dispuesta a llegar a un acuerdo….

—Sí Contralmirante, sí, estoy harto de que repitan la misma cantinela. Pero no podemos abandonar Francia, de lo contrario el Gobierno será puesto en entredicho…

—Excelencia, su Gobierno ya está en entredicho.

—General Coca, no le consiento…

—Sí, sí que me consiente. Llegó al cargo entorpeciendo la labor del Gobierno, llegando incluso a intentar negar fondos para la Marina tras la batalla de Cádiz. Obligó a Dato ordenar a Bens lanzar el ataque contra Marruecos, propiciando su caída. Mientras tanto en nuestro haber está Cabo Juby, Lanzarote, Fuerteventura, la perdida de la escuadra de Filipinas y pese a todo, aún sueña con negociar con la Entente….

—Agustín, no sueña, ya lo ha intentado.

—Solo me faltaba usted general Díaz, espere, no, ¡siga! ¿Quiere decir algo al respecto?

—El diputado Gómez-Acebo se reunió con un representante de una potencia extranjera en Madrid, concretamente en el Café de Fornos.

—Díaz, ¿Quiere usted decir que hay espías enemigos en Madrid?

—Por supuesto contralmirante, por supuesto. Y también traidores. Algunos son verdaderos aficionados, sobre todo aquellos españoles que se sienten más próximos al sistema británico que al alemán y como no, la camarilla republicana… son los sospechosos habituales. Saben poco y las potencias extranjeras obtendrían más información solo con leer los diarios de Madrid o de Cádiz. Pero aquí el señor conde, no quiere una censura más férrea sobre los periódicos. Ese periodista de Cádiz, poco le faltó para dar el nombre del fogonero…

—Traidores, deberían ser fusilados…

—Manuel, tranquilo, son tontos útiles… el peligro, son aquellos que ocupan cargos de responsabilidad, diputados de segunda fila, pero con acceso a información privilegiada. Imaginen, un diputado del partido que vuecencias y Excelencia quieran, comentándole a un diplomático de una nación neutral que se ha aprobado un empréstito para ampliar las gradas de tal astillero. El diputado no sabe que se hará en esa grada, obvio, pero la inteligencia británica sabrá que donde antes se construían buques de cierta eslora o manga, ahora existen capacidad para hacerlos mayores…

—No hemos aprobado ninguna ampliación de gradas, general. Usted solo busca perjudicar al Gobierno…

—Excelencia, es solo un ejemplo. ¿Quiere que el general y el contralmirante conozcan los detalles de la reunión? Desde luego Excelencia está desesperado si pensaba que ella reaccionara de otro modo.

—¿Ella?

—Sí Manuel, ella… y con E mayúscula…

—¿Alguna Dama de la Alta Sociedad? Ella con mayúscula, café de Fornos… solo se me ocurre la mujer de Jimmy, María del Rosario…

—Jimmy ha trabajado para nosotros, sí, pero no, no se trata de María del Rosario, aunque sí de alguien próxima a ella. Agustín sabe de quien se trata. Y el Señor Conde por supuesto, Manuel, tú no estabas entonces en el Gobierno.

—Y ¿lo saben Él y el general?

—Los dos lo saben. ¿Por qué sino volvería al Senado después de tantos años? Creo que desde que dejó tu Ministerio no había vuelto por allí. No sé cómo logró enterarse, yo desde luego no le he dicho nada y de momento él tampoco me ha hecho comentario alguno.

—Basta Díaz. Le ordenó que se abstenga de seguir con sus adivinanzas. Quiero a Echagüe destituido hoy mismo. Necesitamos mantener el sur de Francia de cara a las negociaciones de Paz y eso solo se logrará con un General con espíritu, no un derrotista…

—Excelencia, no puede destituir a alguien que no ha sido nombrado. Echagüe actúa en nombre de Ochando. Si desea sustituir a Ochando, hágalo, pero desde ese mismo momento tiene mi renuncia y a buen seguro de los generales en Francia, empezando por del Villar. Recuerde que es Capitán General del Reino y sus hombres le profesan verdadera devoción. Respecto a mantener o no territorios, Excelencia, es más importante derrotar al ejército francés, poco importa dónde. Y disculpe, pero más derrotista que usted que solo piensa en negociar sin victoria alguna, no creo que haya nadie en los ejércitos.

—Bien, ustedes ganan… de momento…

—No Excelencia, gana la Patria…

—Váyanse, váyanse…ah, y recuerden, al régimen parlamentario no se le ha encontrado, hasta la hora presente, ventajoso substituto.

Tras abandonar la habitación, Díaz se volvió hacia los ministros y les dijo. —En eso último que dijo, temo que lleva toda la razón. Se que lo que acabamos de hacer era necesario, pero ¡Maldita sea! Lleva razón…

—Cierto, lleva razón o eso nos gusta creer a quienes somos, precisamente, los máximos beneficiados de este sistema que nos coloca en la cúspide. En fin, lleva razón y cuando esto acabe sino antes dimitiré y me retirare para escribir mis memorias, que es algo que todos los que ostentamos cientos cargos deberíamos hacer. Pero que sea precisamente la representación palpable de todo cuanto funciona mal en el sistema político español quien lo diga… ¡Tiene bemoles!

CG Sur, Francia, 25 de marzo de 1916

—¿Qué de demonios pasa en este frente? ¿Qué diablos están haciendo los españoles? —se preguntaba el general Foch tratando de encontrar una explicación a los sucesos del frente. Dos días atrás los ejércitos de la Entente por fin habían pasado al ataque para expulsar a los españoles de Francia, lo que no esperaban era que los españoles reaccionasen como lo habían hecho. En lugar de concentrar sus reservas en la zona del ataque, habían abandonado sus posiciones avanzadas en toda la extensión del frente, permitiéndoles ocuparla. Ahora la artillería española estaba disparando con fuerza a lo largo y ancho de todo el frente para bombardear las posiciones que ocupaban hasta solo dos días atrás, ahora llenas de franceses. ¿Acaso no entendían que precisarían de grandes reservas en la zona de ruptura, o era tal vez que confiaban en exceso en los trucos que habían preparado?

Desde luego había sido una sorpresa encontrarse con que las fuerzas españolas no habían defendido su primera línea de trincheras. Eso desde luego había ocasionado que los franceses desperdiciasen cientos de miles de proyectiles en su preparación artillera. De todas formas, ahora podían avanzar la artillería propia y batir adecuadamente la segunda línea de trincheras. Para ello bastaría con acercar su artillería hasta sus posiciones primigenias junto al río.

Tras una semana de combates el avance francés progresaba lentamente e incluso había sido detenido en muchos lugares del frente, pues la llegada de refuerzos españoles había logrado entorpecer ese avance y apuntalar el frente. Era todo cuanto necesitaba el general Echagüe para organizar la retirada de forma efectiva y sin dejarse atrás ninguna unidad, una labor sin duda difícil ante la presión a la que sus líneas eran sometidas.

El día 30 poco después de anochecer ordenó a su artillería descargar sus últimas reservas de munición. Inmediatamente más de quinientas piezas de artillería, la mayoría de las cuales correspondía a calibres ligeros como el 75 y el 70mm empezaron un furioso bombardeo que esperaba fuese confundido con el preludio de un ataque. En sus posiciones los franceses se agazaparon en las precarias trincheras de circunstancias y rezaron por no ser alcanzados por la metralla.

Ese fue el momento elegido por la infantería española para iniciar la retirada en una larga marcha que debía durar toda la noche. Las primeras unidades en salir fueron las del VI cuerpo de Ejército, el responsable de detener la ofensiva francesa. Dos horas después los seguirían los integrantes del VII cuerpo de ejército situado a su izquierda, siendo seguido el movimiento de repliegue en los días siguientes por el resto de las unidades que cubrían el flanco izquierdo. Mientras en el flanco derecho el ejército del Este haría otro tanto para retirarse a través de Cerler. El plan consistía en retirar gradualmente las unidades del frente para avanzar 20 o más kilómetros al día, tratando de evitar los combates y llegar a finales de abril a los pirineos.

Tras ellos quedaban las unidades de caballería y la artillería hipomóvil que sería la encargada de mantener la ficción de la resistencia hasta el amanecer, cuando ellos mismos retrocederían en sus armones tirados por caballos, dejando atrás a la caballería, encargada de proteger el repliegue. Esa seguiría a la artillería poco después y, si todo salía bien, antes de que las fuerzas francesas pudiesen reaccionar al silencio que seguiría al feroz bombardeo.

En todo caso Echagüe no esperaba demasiados problemas en ese aspecto, pues al fin y al cabo la mayor parte de las fuerzas perseguidoras serían unidades de infantería. Tendría eso sí, que estar muy pendiente de una posible persecución por parte de la caballería. Por si acaso había impartido ordenes de tomar como blanco prioritario los equinos, tanto de la caballería como de artillería o transportes. Para lograr esto último ordenó que la caballería estableciese una nueva línea defensiva a 10 kilómetros de su anterior posición. Con ello esos hombres estarían fuera del alcance de la artillería enemiga y si alguna unidad de caballería les perseguía y se adelantaba a la infantería podrían ocasionarles un serio quebranto con la ayuda de los nuevos autos blindados.

Sin embargo, los mejores planes tan solo duran hasta que suena el primer disparo. Al día siguiente los británicos pasarían al ataque al norte de Burdeos amenazando toda la maniobra española. Por suerte aquí el Garona era ancho y tenían un mayor margen de seguridad…

Retazos de Guerra, Cara y Cruz en África

El capitán Delain paseaba lentamente entre decenas de cadáveres observando con detenimiento la masacre que acababa de tener lugar en la zona. Horas atrás uno de los tres hidroaviones Caudrón J de los que disponían las fuerzas francesas en la zona, había localizado una columna de caballería que avanzaba hacia el norte a unos 30 kilómetros de Samara. Inmediatamente el capitán Delain movilizó dos escuadrones de caballería y una batería de artillería para interceptarlos, siendo eficazmente dirigido por los mensajes TSH del avión de reconocimiento. 

Horas después logró ponerse en posición para emboscar a los irregulares que avanzaban, iniciando un bombardeo que sumió a estos en el caos. La metralla destrozaba los cuerpos de los beduinos desgarrando, mutilando, y matando. Tras las dos primeras tandas de explosiones los irregulares trataron de huir dispersándose, pero poco después fueron atacados por las ametralladoras que destrozaron sus filas, dejándolos los suficientemente debilitados y sumidos en el caos para acabar de ser destrozados por la carga de caballería de los escuadrones franceses.

El combate tan solo duro veintitrés minutos, los que necesitaron las fuerzas francesas para acabar con los doscientos cuarenta y siete irregulares. El capitán Delain desconocía si se trataba de fuerzas españolas o simples bandidos, pero de cualquier forma la destrucción de esa banda serviría como escarmiento. Dos semanas después el mando francés ofreció cien francos por la cabeza de cada soldado español muerto. Días atrás habían volado una línea férrea en Mauritania, y su resistencia, aunque escasa, seguía siendo un incordio. Esperaban que eso sirviese para acabar con su resistencia de una vez por todas.

Casi al mismo tiempo en Guinea Ecuatorial, el sargento Puerta contemplaba la patrulla de caballería que avanzaba lentamente por el camino de Aconibe. Sin duda se trataba de una patrulla enviada en busca de los esquivos guerrilleros que, como Puerta, impedían el control efectivo del territorio por parte del ejército francés. —¡Apuntad a sus monturas! ¡Esperad mi orden! —ordenó Puerta decidido a castigar a esa patrulla e impedir una más que posible persecución. Sus hombres pasaron la orden en voz baja y esperaron mientras los jinetes se iban acercando a sus posiciones. 

Puerta había situado la única ametralladora con la que contaba en una curva cercana, cubriendo una amplia extensión del camino. El resto de los tiradores se habían situado en uno de los laterales de ese camino para sumar sus disparos a los de la ametralladora y atacar a los jinetes desde el flanco. De esa forma cuando se desatase el ataque el enemigo sería sometido a un ataque desde dos direcciones, dificultando así su respuesta pues si trataban de defenderse de forma efectiva contra uno de los ataques quedarían expuestos al segundo. Por si acaso, Puerta también había preparado una ruta de huida especialmente densa y enmarañada, en la que los jinetes enemigos perderían su movilidad y tendrían que desmontar si querían perseguirlos, la ventaja de combatir en la selva.

Dos minutos después, cuando por fin estuvieron en la posición que Puerta quería, disparó sobre el que parecía el comandante de la fuerza enemiga. Esa fue la señal para que los tiradores y especialmente la ametralladora abriesen fuego. Entonces llegó el caos.

Francia

Extrañado por la repentina quietud del frente tras los duros bombardeos de la noche anterior, que parecían presagiar un contraataque español, así como por la cortina de humo que se divisaba sobre las posiciones españolas, el general Mercier decidió enviar una unidad a realizar un reconocimiento agresivo de las trincheras españolas. Media hora después recibía los primeros informes llegados desde el frente. Las trincheras de segunda línea españolas volvían a estar vacías y no había rastro de las tropas enemigas, tan solo los camastros de paja de las tropas que ardían cubriendo de humo el frente. Recibidos estos informes en el estado mayor, las primeras divisiones francesas iniciaron el avance hacia el sur poco después de media mañana, aunque desconfiando de la situación y temiendo encontrarse con el enemigo en nuevas posiciones atrincheradas de ventaja cerca de allí, lo hicieron avanzando con precaución y enviando decenas de aviones de reconocimiento a lo largo del frente.

En los cielos los aviones de combate españoles libraron duros combates con los aviones franceses y en menor medida británicos, causando una sangría entre los aviones de reconocimiento. Además, en este frente los aliados no empleaban sus mejores aviones, logrando las fuerzas españolas una pegada adicional, que cobró un duro tributo entre sus atacantes. Para ese momento las fuerzas españolas disponían de sus C.101, y C.102, pero también habían empezado a recibir C.103, tal vez el avión más ágil que existía en aquel frente, aunque algo débil estructuralmente, lo que no auguraba buenos tiempos para aquel modelo en particular, pero de momento, era superior a todo cuanto alineasen sus enemigos.

Durante los combates, los capitanes Barrón y Ortiz-Echagüe, ya recuperado de sus heridas, se hicieron un nombre al derribar a muchos enemigos, entablándose una especie de competición entrambos, que era publicada en los periódicos españoles con cierta frecuencia. Incluso se dio el caso en el que los periódicos de Madrid tomaron partido por uno u otro según convenia. Una moda que empezó cuando el ABC pareció decantarse por Barrón tras su tercera victoria, mientras El Informal prefirió hacerlo por Ortiz, que sería continuada por otros muchos periódicos en los días siguientes. Sin que ellos lo supiesen en España sus hazañas estaban en boca de todos y eran seguidas con avidez por verdaderas multitudes.

A media tarde en el alto mando francés reinaba el optimismo. El avance proseguía con lentitud y el reconocimiento aéreo no mostraba fuerzas españolas en la zona ni signos de trincheras, aunque sus defensas a lo largo del río permanecían intactas y alerta. No sería hasta el anochecer cuando pudieron localizar a una de las unidades dispuestas en el canal de Midi abandonando su posición para retirarse al sureste. Fue entonces cuando en sus mentes empezó a formarse la idea de que los españoles habían emprendido una retirada a gran escala.

Desgraciadamente para entonces las fuerzas francesas estaban agotadas tras la noche de bombardeos y los avances del día. Deberían esperar al día siguiente para explotar el éxito y para ello nada mejor que la caballería. La 12ª División estaba estacionada al sur de Agen cuando recibió la orden de retroceder a una nueva posición defensiva en los alrededores de Nérac. Para ese momento la 11ª división que antaño había protegido su flanco derecho cerca de Valence estaba estacionada en las cercanías de Lectoure tras retroceder 20km la primera noche. Ahora ambos habían podido municionarse en los polvorines de segundo escalón. Allí esperarían a sus enemigos para hacerles frente, sabiendo que estos estaban ya a veinte kilómetros de sus depósitos de municiones. Sí, les harían frente brevemente antes de retroceder una vez más. cada retroceso de alrededor de 20 kilómetros de media, la 12ª división hasta Nérac y la 11ª hasta Condom. El comandante del I Cuerpo de Ejército esperaba realizar el movimiento de repliegue sin mayores complicaciones. Afortunadamente contaría con la intervención de su 1ª división de caballería, para cubrir la retirada.

En Izon, al norte de Burdeos la 71ª División de infantería al mando del general Leopoldo Manso Muriel, combatía ferozmente contra las fuerzas británicas que trataban de forzar el cruce del río frente a ellos. Afortunadamente la intervención de la artillería pesada del cuerpo de ejército había logrado restablecer la situación tras el embate inicial británico y sin puentes por los que cruzar, sus pioneros se estaban viendo forzados a construir puentes de pontones que eran destruidos nada más tenderlos por la artillería española.

Pese a la importante barrera de artillería británica su ataque se había estancado mientras sufrían cientos de bajas, aunque este problema también aquejaba a los españoles pues sus bajas empezaban a ser muy numerosas, aunque sensiblemente inferiores a la de sus atacantes. Al caer la noche los británicos habían sufrido cerca de 15.000 muertos y heridos mientras los españoles habían sufrido poco menos de la mitad. El frente continuaba resistiendo en Burdeos.

Cerca de Monfort, a tan solo 30 kilómetros de las líneas francesas al sur del Garona y 50 kilómetros de Montauban, el III Grupo de reconocimiento aguardaba en compañía de dos escuadrones del Alcántara para cubrir la retirada del resto de fuerzas de la zona. Ocultos bajo una arboleda cercana los hombres esperaban mientras revisaban sus armas y vehículos, cuatro de los nuevos blindados Hispano-Suiza hechos a semejanza de los blindados belgas, británicos y rusos de los que tanto se hablaba.

Al norte de Burdeos la artillería británica disparaba con insistencia sobre las posiciones españolas que a esas alturas habían sido mayoritariamente abandonadas para ocupar posiciones a retaguardia. Mientras tanto eran ya cientos de soldados los que habían logrado cruzar el río en botes y asegurado la orilla sur. Era evidente que hasta que no lograsen pasar en gran número no podrían proseguir la ofensiva con éxito y para ello precisaban de unos puentes de los que no disponían, pues meses atrás los españoles habían dinamitado tanto el puente del ferrocarril como el nuevo puente Eiffel.

En el río los soldados luchaban con la rápida corriente procedente de los primeros deshielos en un intento de tender puentes de pontones sobre el río. Esta labor sin embargo era obstaculizada por la artillería española que disparaba desde posiciones situadas a muchos kilómetros de allí y por lo tanto situadas fuera del alcance de la artillería británica. Pese a todo, los ingenieros continuaban trabajando con denuedo bajo el fuego, agachando la cabeza ante las explosiones demasiado cercanas y rezando para no ser alcanzados, cosa que ocurría con demasiada frecuencia. Si algo estaba claro en la zona de Burdeos era que el ataque británico había quedado estancado y posiblemente seguiría así hasta que se tendiesen suficientes puentes para lanzar las cuatro divisiones japonesas que esperaban impacientes a la batalla.

Los zapadores británicos continuaban su lucha para tender puentes sobre el Garona y permitir el paso a la infantería, todo ello bajo el constante bombardeo de la artillería española a la que la cobertura de la propia artillería británica no parecía importunar, las tropas francesas iniciaron por fin la esperada persecución de las fuerzas españolas. Desde la cabeza de puente de Montauban, la infantería francesa inicio su avance hacia el este y el oeste en un intento de liberar la ribera del río de la presencia española, mientras otras unidades iniciaban la persecución de las tropas avanzando hacia el sur. En cabeza de todos ellos, las unidades de caballería pronto dejaron atrás a la infantería que marchaba a marcha forzada. Los ansiosos soldados franceses saludaron con sus kepis al paso de la caballería con la firme sensación de estar derrotando a un enemigo que se había derrumbado frente a sus ojos.

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