Hiel VI

Beerseba, 4 de noviembre de 1917

El capitán Sousa fue recibido en el aeródromo por el también capitán Troncoso, reuniéndose ambos oficiales a pie de pista, si es que aquel aeródromo turco en medio de la nada merecía tal nombre. Sousa, que llevaba cinco días realizando tres salidas de combate al día, estaba tan agotado como Troncoso, cuyos blindados habían cargado una y otra vez sobre las avanzadillas británicas, teniendo que ser reparados bajo el fuego en varias ocasiones.

—Desde el aire no hay ni rastro del enemigo. —comentó Sousa nada más bajar del avión. —Ayer por la tarde ametrallamos varios camiones a unos quince kilómetros al este de Rafah, pero hoy no hemos encontrado ni rastro de enemigos ni en el aire ni en el suelo. Tenías razón, Julián, los británicos están retrocediendo.

—¿No crees que puedan estar maniobrando para rodearnos?​ —preguntó Troncoso desconociendo que el comandante enemigo, el teniente general Edmund Allenby había fiado toda la suerte de su campaña en la toma de los pozos de Beerseba, pues sin aquel agua sus tropas no podrían mantenerse en el campo. Fue por lo tanto la resistencia en los pozos lo que decidió la campaña y las posteriores misiones de bombardeo de los B.202, que atacaron repetidas ocasiones las columnas británicas, las que obligaron a Allenby a retroceder a la espera de refuerzos.

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—No lo sé, pero lo dudo. Los días pasados solo vi columnas británicas dirigiéndose a la costa y allí está la mejor carretera del Sinaí. Creo que se han retirado. —explicó Sousa.

—¡Joder! Espero que tengas razón Luis, sabe Dios que nos fue de un pelo. De nos ser por tu llegada y el envío de municiones no lo contamos y no habríamos logrado llegar hasta Beerseba.

—Yo también lo espero, Julián, yo también. No puedo seguir exigiendo a mis aviones tres salidas al día. Las máquinas no lo soportaran. En España ya era difícil, pero aquí con esa arena es una locura lo rápido que se desgastan los motores.

—Me ocurre lo mismo con mis blindados. Mis dos camiones taller trabajan veinticuatro horas al día y aun así no están logrando reparar los vehículos a la misma velocidad a la que se averían.

—¿Qué harás ahora? —preguntó Sousa.

—Esta mañana llegó un mensaje del general Ardanaz. El ataque a esta localidad lo ha asustado lo suficiente como para tomar medidas y va a destacar un cuerpo de ejército completo hacia esta posición. No será el único, los alemanes también van a enviar un par de divisiones y los austrohúngaros algo más.

—Vamos a montar un ejército multinacional… —sonrió Sousa.

—Eso no es necesariamente bueno, me defiendo medio bien en francés, pero ¿alemán?

—Bueno, esperemos que ellos también hablen un poco de francés, porque a mi me pasa lo mismo. Hace un par de semanas ya tuve algunos problemas al enseñar mi nuevo avión a un piloto alemán enviado directamente por el Káiser para conocer mi montura… y eso que él también hablaba francés.

—Jajaja, sí, te entiendo, una cosa es mantener una conversación cotidiana y otra tener que explicar pormenores técnicos que no hemos aprendido en ese idioma. Pero en fin, me preguntabas que haré ahora. De momento voy a dejar la mitad del grupo aquí como refuerzo y aprovechar para hacer mantenimiento. A ver si logramos poner otra vez en funcionamiento los blindados.

—¿Y con el resto del grupo?

—Reconocimiento. Simplemente eso. Vamos a explorar siguiendo las rutas empleadas por los ingleses para aproximarse hacía esta ciudad. Si han preparado algo quiero saberlo.

—En eso te puedo ayudar. Si acordamos qué ruta vas a seguir cada día puedo sobrevolarte con alguno de mis aviones y advertirte de cualquier problema con el que puedas encontrarte.

—¿Cómo lo harás? ¿Lanzando los mensajes en paracaídas? —preguntó Troncoso que sabía que los aviones, al igual que sus blindados, carecían de telégrafo sin hilos.

—Si no es por un motivo de vida o muerte prefiero no desprenderme de los paracaídas. Desde que empleamos cuatro de ellos aprovisionándote, solo tengo cuatro y los pilotos nos los tenemos que turnar para volar. ¿Un mensaje en una botella? Es muy manido, pero…

—Demasiado difícil de encontrarla si cae lejos y se entierra en la arena y potencialmente peligrosa si nos cae en la cabeza… Oye, Luis ¿Las gallinas vuelan? —preguntó Troncoso mirando hacia un lateral del aeródromo. Sousa siguió su mirada. Allí cerca los pilotos otomanos tenían un gallinero, así que sonrío.

Mando naval en el Egeo, 5 de noviembre de 1917

—Los periódicos españoles acaban de publicar estas fotografías dando la noticia de la captura de la flota rusa del mar Negro y a nosotros nos han llegado a través de Portugal. Informan de la captura de tres acorazados Dreadnought, uno de ellos hundido, que debe ser el Mariya. —explicó el capitán Norris, un tejano que hablaba español y ejercía de oficial de inteligencia desde hacía unas semanas mostrando una fotografía en la que se veían dos acorazados rusos en los que ondeaba la bandera española.

—Los han capturado. ¡Maldita sea! —exclamó el almirante Rodman haciendo un gesto de exasperación. —Acaban de duplicar su fuerza naval.

—Bueno, ya esperábamos que fuese así. De todas formas ¿solo una fotografía? Tal vez quieren ocultarnos algo. —dijo el almirante Pakenham.

—Es posible, pero a mi ya me parece todo extraño. El gobierno español sigue publicando noticias de la guerra sin censura… ¿Por qué me pone nervioso? Creía que cuando llegó Weyler al gobierno pondría coto a los desmanes de los políticos y sin embargo aquí está la noticia, en primera plana. —intervino el vicealmirante Trevylyan Napier antes de volverse hacia el capitán Norris. —De todas formas, capitán Norris ¿Cuál es su opinión sobre la noticia y sobre la fotografía? ¿Por qué no han publicado nada sobre el resto de la flota del mar Negro?

—Son muchas preguntas, almirante, pero las responderé lo mejor que sepa. En primer lugar la veracidad de la fotografía es, sin disponer de los negativos para su estudio, y solo teniendo esta fotografía en blanco y negro aparecida en la prensa española, veraz. Los buques están a flote, aunque desconocemos el estado en el que se encuentran, pero si el texto que acompaña la fot9ografia es cierto, están plenamente operativos.

—¿Qué dice el articulo? —preguntó Pakenham.

—Básicamente que al atacar la ciudad los comités revolucionaros bolcheviques de los buques, acordaron su entrega a los españoles.

—Y ¿Por qué, en nombre de lo más sagrado, publican una noticia como esa? —exclamó Rodman.

—Esa era otra de las cuestiones. Viaje a España el año pasado y, por lo que pude observar, el nuevo gobierno ejerce una censura sutil, pero permite o más bien debería decir que publicita a bombo y platillo cada victoria lograda por las armas españolas. En mi opinión, creo que incluso lo hace en momentos escogidos con mucha cautela con el fin de animar a su población, que soporta ya tres años de guerra.

—Un medio para aumentar la moral… sí, a mí también me levantaría la moral saber de la captura de una flota enemiga. —dijo Rodman.

—No solo publican victorias, el otro día leí un periódico en el que relataban la pérdida del Oquendo hace dos años. —dijo Napier.

—¿Conoce el carácter español? Una buena victoria calienta el alma y aumenta la moral, pero una derrota bien llevada les inflama el ánimo. Leí el articulo que menciona y pude leer entre líneas mucho más de lo que estaba escrito. Cada mención a los buques británicos hablaba de la mayor modernidad de estos, de su superior artillería y velocidad, y cada vez eso era contrarrestado con menciones al valor de los marinos del Oquendo y a su eficacia, poniendo fuera de combate a sus tres enemigos aun a costa de su pérdida. Cualquier español que leyese aquel articulo lo haría pensando “Que cojones”. —explicó Norris soltando la última frase en castellano, mientras los almirantes asentían.

—Bueno, si me permiten y siguiendo con sus preguntas, almirante Napier, la fotografía parece buena, y solo enviaron esa porque… llamémoslo “economía de medios”. El mando español ha militarizado los telégrafos y los periodistas solo dispusieron de espacio en ellos para enviar una única fotografía que debían compartir todos los medios. Eso sí, en el articulo se nombra al resto de la flota presente en Sebastopol, ya sabe que algunas unidades menores se salvaron por estar en otros puertos en el momento de la invasión. Eso sí, se menciona que irán enviando fotografías cuando sea posible.

—Gracias, capitán Norris, señores, la confirmación de esta noticia cambia las cosas para nosotros. Debemos tomar una decisión y he de decir que me gustaría que Dominique estuviese aquí. —dijo el almirante Pakenham refiriéndose al almirante francés, que en aquellos momentos se encontraba escoltando un convoy hacia Túnez.

—Como saben la situación en el Egeo central es muy complicada para nosotros. Los alemanes han concentrado una gran flota submarina en la zona y están atacando con fuerza los buques que llevan suministros al frente de Macedonia. Esperábamos combatirlos concentrando medios antisubmarinos en la zona, pero el enemigo dispone de nuevos aviones de combate que ya han dañado gravemente tres destructores y siete arrastreros armados.

—Hace dos días pude ver el ataque de uno de esos aviones justo a las puertas del puerto. —mencionó Napier. —Esos aviones se atreven a venir hasta aquí, a las puertas de nuestra base y atacan con total impunidad. Emplean cañones automáticos con munición explosiva. Un arma sumamente peligrosa para nuestras unidades submarinas. Casi parece que nos tienen donde quieren. Sus acorazados fijan a los nuestros y nos ponen a tiro de los submarinos, y esos aviones atacan a nuestros cazasubmarinos para abrirle el camino a los submarinos. Debemos desarrollar una contramedida o estaremos en problemas.

—Para combatir aviones necesitamos ametralladoras. —dijo Pakenham mirando al resto de los presentes. —He solicitado al Almirantazgo que estudie el aumento de nuestra artillería antiaérea y que nos envíe de forma urgente todas las ametralladoras que haya disponibles. —Hare lo mismo. Browning tiene una nueva ametralladora, espero que puedan enviarnos las primeras unidades disponibles. —dijo Rodman.

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