Erosión VII

Sede del Almirantazgo, Londres

—Los franceses confirman que han detectado unidades procedentes de Canarias en el continente. —explicó el general Hubert Gough. —El ejército está de acuerdo en que los españoles han cometido un error al debilitar la guarnición de sus islas. Es por lo tanto nuestra mejor oportunidad de tomarlas antes de que las refuercen.

—Estoy de acuerdo. —refrendó el almirante Jellicoe expresando su conformidad. —La flota enemiga está dispersa y alejada de esas islas y sus submarinos concentran su actividad en el mediterráneo occidental y el Cantábrico. Podemos tomarlas antes de que se recuperen. Es la oportunidad que estábamos esperando para acabar con ese nido de piratas.

—Si esa es su opinión la defenderé ante el gobierno, caballeros. —afirmó el primer Lord del almirantazgo, Arthur Balfour, quien no pasaba por sus mejores momentos por culpa del desastre de los Dardanelos. —Por favor, díganme que sabemos de las defensas y que podemos esperar de ellas. General Gough.

—Señor, antes de la guerra los españoles tenían dos regimientos de infantería y dos de artillería mixta, situados en Tenerife y Gran Canaria, además de una estación naval en esta última. Que sean artillería mixta significa que cada uno de esos regimientos agrupa un batallón de artillería y un número indeterminado de baterías de costa. Eso eran unos 5.000 hombres en cada una de las citadas islas, estando el resto de las islas más o menos indefensas pues tan solo disponían de fuerzas de orden público, guardia civil y carabineros. Con el estallido de la guerra se movilizaron sus reservas, destinándose uno o dos batallones y una batería de artillería de refuerzo a cada una de las islas del archipiélago, incluyendo a las antes mencionadas. También recibieron refuerzos de la marina en número desconocido.

En cuanto a la artillería de costa, Gran Canaria dispone de once cañones Ordoñez de 150 mm, unas piezas ya superadas con un alcance de poco más de 8.000 yardas, diseñadas en 1885 pero aun peligrosas. Además, cuentan con nueve cañones Munaiz-Argüelles del mismo calibre, pero diseñadas a principios de siglo, estas, con un alcance de 13.000 yardas o más. La única incógnita la presentan los obuses. Hace unos años disponían de una docena de obuses Ordoñez de 210 y 240 mm, pero nuestros informes indican que fueron retirados y sustituidos por cañones Krupp de 240 mm, armas tremendamente peligrosas incluso para nuestros acorazados. En todo caso lo serían por piezas similares a las anteriores pues no nos constan adquisiciones de materiales en el extranjero o fabricación de piezas propias de calibres superiores.

En Tenerife disponen de al menos seis Munaiz-Argüelles y doce Ordoñez de 150 mm de idénticas prestaciones a las anteriores y cuatro Krupp de 240 mm.

—General, en el peor de los casos que artillería podrán movilizar.

—Bien, en Gran Canaria disponían de cuatro baterías destinadas a obuses, dos que databan de la guerra del 98 y dos destinadas a los nuevos obuses de 240mm que nunca entraron en servicio, con un total de entre ocho y doce obuses de 210 y 240mm. En Tenerife serían otras tres baterías para cuatro obuses cada una. Por lo tanto, podríamos esperar entre doce y dieciséis cañones u obuses más en cada una de las islas. Baterías poderosas sin duda, pero incapaces de hacer frente a nuestra flota, además no protegen toda la isla.

—Gracias, general, su turno almirante.

—Gracias lord Bafour, poco he de añadir a la exposición del general Gough. Los españoles disponen de una estación naval principal en Gran Canaria y han activado una de reserva en Tenerife, pues dirigen su campaña corsaria desde las islas aprovechando las grandes antenas que han situado en aquellas alturas, que les dan cientos de millas de alcance y precisan de todos los puertos de los que disponen. Sus unidades navales son viejos cañoneros de finales del siglo pasado y ocasionalmente algún crucero auxiliar. El mayor peligro por supuesto son las minas navales, pero esas islas son volcánicas y la profundidad decae rápidamente a unos metros de las playas, llegando a profundidades de miles de metros. Por lo tanto, las minas tan solo son verdaderamente peligrosas en los últimas 200 yardas o menos, pues no podrán fondearlas más lejos de las playas. En cuanto a sus submarinos, puede haber alguno, pero como ya indiqué, el grueso está operando en el Mediterráneo.

—¿Cómo desarrollaríamos el asalto, almirante?

—Sería muy sencillo, lord Balfour. Trasladamos la fuerza de invasión a algún puerto del Sahara o del Marruecos francés, Agadir y Tan Tan, por ejemplo, tal vez incluso Tarfaya si los franceses logran asegurar su control. Desde allí saltamos a las Canarias por medio de las barcazas K, siendo los primeros objetivos Fuerteventura, y Lanzarote para a continuación saltar a Gran Canaria. Una vez lleguemos al objetivo limpiamos las playas con dragaminas y utilizamos las barcazas para desembarcar a la infantería del general Gough. Mientras tanto los acorazados y cruceros protegen a nuestras fuerzas y los destructores a la escuadra.

—Gracias, caballeros, tengan por seguro que trasladare sus impresiones a nuestro gobierno. Por mi parte tan solo he de decirles que preparen la operación y desearles buena suerte. —dijo lord Balfour levantándose y poniendo fin a la reunión.

Al norte de Uad Draa, tarde del 13 de noviembre de 1915

Por fin Cartier se ponía en movimiento. Exploradores, goumiers, caballería y artillería, seguidos por el tren de suministros, enfilaba la pista con dirección a Yebel D´Lia. Para algunos jóvenes oficiales, Cartier había tardado en exceso en ponerse en movimiento. Algunos jefes de batallón, desde las primeras noticias del contacto de Juin con los españoles le habían advertido de su disponibilidad a marchar de inmediato.

Cartier se había negado en redondo, con dos argumentos, el primero basado en la necesidad de que la fuerza marchara al completo, y el segundo razonando que las tropas no podían partir sin suministros adecuados, y organizar el tren de suministros llevaría su tiempo. Algún oficial le espetó que los goumiers podían hacer frente a la avanzada española con su munición reglamentaria y respecto al alimento, por un día a base de pan, no desfallecerían. Cartier continuó objetando, partirían al unísono, y con él a la cabeza. No había dudas, Cartier era otro de aquellos Generales que deseaban cubrirse de gloria a costa de sus tropas y ser llamados a París.

Goded abandonó Guelmim, dirigiéndose hacia Sidi Ifni con tres compañías de Regulares, dos Escuadrones de caballería nativa y unos trescientos irregulares, así como sus cuatro piezas de artillería de museo. En Guelmim quedaban una compañía de Regulares, un escuadrón a Camello y otros trescientos irregulares, al mando del Capitán Ledesma. Poco antes del anochecer llegaba a Mesti, ya en Ifni. La sorpresa para Goded era la presencia de fuerzas francesas, y en aquella ocasión, de entidad.

Tras la partida de Cartier hacia Yebel D´Lia, el coronel Lafont había quedado al mando de la reserva francesa, unos 3000 Goumiers, con alguna pieza de artillería. Al poco de partir Cartier, llegaban las noticias de la caída de Guelmim. Lafont, un oficial proveniente de la reserva, era geógrafo, sabía de la importancia de Guelmim para el abastecimiento de agua potable de las fuerzas francesas, y de la higiene. Los pozos artesanales de Ifni, obra de los españoles eran insuficientes para las tropas y caballerías de Cartier. De forma inmediata, ordenaba que todo goum disponible se dirigiera a Mesti, donde se concentrarían con la intención de avanzar sobre Guelmim o detener a la columna española que algunos huidos de Guelmim anunciaban, a la espera de órdenes de Cartier.

El pánico entre los goumiers huidos, multiplicaron en sus mentes las tropas a las que se habían enfrentado. Los cientos de hombres de Goded se habían convertido en miles. Lafont no salía de su asombro… miles de hombres en Yebel D´Lia y miles de hombres en dirección a Ifni… ¿de dónde salían tantos españoles?

Goded observaba que las fuerzas francesas estaban concentrándose, superándole ampliamente en número. Disponía de algunos minutos antes de anochecer, minutos que aprovecharía para que la artillería creara cierta confusión entre los franceses. Su pieza más moderna era un cañón de montaña Schneider de 70mm 1906, obtenida gracias a contrabandistas de Cabo Juby, muy posiblemente sacada de algún depósito francés.

Muy a pesar suyo debería volver sobre sus pasos, y fortificarse en Guelmim. Goded era consciente que su aventura estaba próxima a finalizar. Al día siguiente los franceses se abalanzarían sobre los oasis y sus órdenes eran inhabilitarlos para posterior uso de los franceses. La noche sería su mejor aliada. Ordenaría que algunos irregulares se mantuvieran disparando contra las posiciones francesas, con la intención de aumentar la confusión, y de impedirles descansar adecuadamente. Sabía que antes o después, los irregulares se desbandarían.

Al instante de llegar a Mesti, Lafont pudo entrever las fuerzas españolas. La mortecina luz del crepúsculo no le permitía ver con exactitud a que se enfrentaba, pero desde luego no eran los miles de hombres con los que le habían alarmado. De nuevo debería contactar con Cartier, pues consideraba que, con las fuerzas a su mando, sería suficiente para desalojar a los españoles de las inmediaciones de Mesti, y quien sabe si de Guelmim.

Sorprendentemente, la artillería española abría fuego sobre Mesti, cayendo algún que otro proyectil entre las columnas de tropas que iban arribando. Algún disparo de fortuna alcanzaba hombres, y lo peor, algún que otro de los vagones con su impedimenta. Lafont ordenó que a medida que llegara la artillería se colocara en batería, y que iniciara su fuego contra la española. La noche que se avecinaba sería un duelo artillero, no se arriesgaría a un combate nocturno, las tropas españolas podían ser menos de las imaginadas, pero si eran Regulares, eran profesionales. De tanto en tanto también se recibía fuego de fusilería, que ocasionaba alguna que otra baja entre las tropas que se disponían a resguardarse en el exterior de la localidad.

Si Lafont estaba en lo cierto, El Protectorado Francés de Marruecos estaba siendo invadido por numerosas fuerzas españolas. A la columna costera, se sumaba ahora una columna que avanzaba sobre Ifni. Podía quedar rodeado por enemigos, si Lafont no rechazaba a los españoles en los arrabales de Sidi Ifni. Se encontraba a escasos kilómetros de las posiciones de Juin. Tras una rápida deliberación con sus jefes, Cartier decidió socorrer a Juin con las primeras diez Goums de cabeza de su columna, unos 1500 hombres, que se bastarían para resistir en Yebel D´Lia, así como varias piezas de artillería de 70 mm.

Lafont contaba con 3000 hombres, a los que sumaría sus restantes 7500. Cartier no creía que los españoles contaran con fuerzas superiores a una Brigada… otra cosa era imposible… Dio la orden de contramarcha. Marchando toda la noche, se uniría a Lafont al amanecer.

La llegada del General Bens a Tan Tan no presagiaba nada bueno para el coronel Sanjurjo. Desde aquel momento, Bens tomaba el mando operativo, ante la imprudencia de Sanjurjo y Goded de marchar hacia Ifni. La misión era clara, inhabilitar el oasis de Guelmim. La marcha sobre Mesti robaba un tiempo y una fuerza de trabajo preciosa a la acción principal. Goded disponía a sus fuerzas para la defensa de Guelmim y de los Oasis. Como esperaba, la mayoría de los irregulares había desertado a excepción de los Tenka y los Erguibat.

Mientras su fracasado avance a Mesti se producía, Rivera había iniciado los trabajos de destrucción de acequias, norias, artesas, piscinas naturales que decantaban las aguas, pero no con suficiente rapidez. Las fuentes conocidas debían ser todavía dinamitadas, pues Goded había decidido marchar con los dinamiteros, unos pobres infelices que trabajaban en las recientemente descubiertas minas de Bucraa. Los irregulares habían arramblado con todo el material destinado al mantenimiento capturado a los franceses. Alguno de los pozos ya estaba cegado.

Goded y Rivera llegaron a la conclusión que los trabajos no estarían finalizados hasta el anochecer, so pena de recibir mano de obra desde Tan Tan. Bien sabían que no recibirían ningún refuerzo militar, puesto que no existían. En Tiglit habían quedado alguno de los voluntarios canarios desalojando los depósitos capturados; pero no había tiempo. Goded con la mitad de su infantería y toda la caballería, intentaría formar una línea defensiva que diera tiempo al resto de su fuerza a finalizar las destrucciones, especialmente las fuentes.

Agotados por la marcha y contramarcha, y sin descanso, la Columna de Cartier llegaba a Mesti, justo cuando Lafont se disponía a dirigirse contra Guelmim. Lafont comprendió en ese mismo momento que Cartier no había recibido su último mensaje. O el portador se había perdido, o había desertado o había sido interceptado por los españoles. Durante toda la noche tiradores españoles habían mantenido en vilo a sus fuerzas, incluso algún goumier aislado había aparecido degollado. Al amanecer había descubierto que los españoles ya no estaban allí, solo las vainas de los obuses disparados atestiguaban su anterior presencia. Fue una desagradable sorpresa descubrir que había sido bombardeado con armas francesas. Ahora ya sabía dónde habían acabado parte de las armas desaparecidas durante el otoño.

Para Cartier todo parecía volverse en su contra. Juin defendía con éxito su posición, y una mala información le había obligado acudir a retomar Guelmim. Su ansia de éxito parecía desaparecer cuando estaba a su alcance. Y otra vez ocurría, en este caso un reservista había tomado las necesarias disposiciones para en primer lugar rechazar al enemigo, para después pasar a la ofensiva.

Cuando supo que Lafont esperaba enfrentarse al equivalente a un batallón, maldijo a Fortuna, que le había sido esquiva. Los tres mil hombres de Lafont eran más que suficientes, y Juin con el refuerzo de los 1500 goumiers podría resistir cualquier intento español de asaltar sus posiciones. La victoria sería de él, como comandante en Jefe, pero París repararía en aquel joven teniente y en el geógrafo y la gloria y las condecoraciones serían para ellos. Estaba allí, así que sería él quien recuperaría Guelmim y destrozaría a aquellos osados españoles.

Dejaría a su Infantería descansar, mientras tomaba el mando de la de Lafont. Sus artilleros, más descansados al haber marchado en sus armones habían situado sus piezas en batería. La Artillería de Cartier y de Lafont, haría honor al sobrenombre de Reina de la Batalla. Tras un bombardeo al estilo Frente de Flandes, los 3000 goumiers de Lafont se lanzarían al ataque, acabando con los españoles que hubieran logrado sobrevivir a la lluvia de obuses. Si esto fuera insuficiente, quedaban los 7500 de su columna. La Victoria le sonreía.

En las líneas españolas la lluvia de obuses empezó a desmontar las precarias defensas levantadas por los Regulares. No había dado tiempo de cavar trincheras, y la máxima protección posible eran los muros de piedra seca levantados por los agricultores de Guelmim para proteger sus huertos del ganado. Capaces de resistir fuego de fusilería, se convertían en verdaderas trampas si eran alcanzados por la artillería, pues las explosiones convertían las piedras en miles de esquirlas, los regulares protegían sus cuerpos y cabezas con sus mantas, escasa protección frente a los fragmentos de piedra que les alcanzaban. Defender la aldea de Guelmim era imposible ante aquel vendaval de fuego, pero Goded debía atraer el fuego enemigo mientras continuaban las destrucciones en los oasis.

Al cabo de una hora, la presión era insoportable, y la artillería era incapaz de devolver el fuego. Goded ordenó que la pieza de 70 mm abandonara la posición, dirigiéndose hacia los oasis, donde esperaba constituir una última línea de defensa que permitiera continuar inhabilitando el suministro de agua. Cuando los supervivientes vieron que la artillería se retiraba, empezaron a abandonar sus puestos. Para Goded era imposible ordenar que volvieran a sus posiciones.

Cartier observaba como los españoles se retiraban hacia los oasis. Lafont solicitó permiso para avanzar sobre la aldea, y recuperar los oasis, pero Cartier no quería que se reprodujera el caótico asalto a Sidi Ifni. La artillería acabaría con aquellos desgraciados. Los obuses empezaron a caer sobre los oasis, multiplicando las bajas de Goded… dos fuertes explosiones se sucedieron a espaldas de Goded, demasiado intensas para tratarse de estallidos de artillería.

Goded sonreía, aunque herido y derrotado, la misión que le encomendó el General Bens se había llevado a cabo, las fuentes de los Oasis permanecerían secas por mucho tiempo. Y el comandante francés acababa de prestarle una ayuda inestimable… los obuses franceses caían sobre artesas, norias, pozos, acequias; acabando la labor iniciada por sus hombres. Escribió un último mensaje a Sanjurjo, anunciaba su rendición, pero había cumplido parte de sus órdenes… unos 500 prisioneros del enemigo, los dos oasis de Guelmim inhabilitados, el detalle de regresar al Draa, quedaba sin cumplir. Un jinete tomó su mensaje y partió. Antes de enarbolar la bandera blanca, dio libertad a los irregulares a partir, así como a todos los Regulares que quisieran evadir el cautiverio.

Cartier entraba en Guelmim, muy ufano, aceptando la rendición de Goded, y de sus 300 hombres restantes. A la pregunta de cuantos eran, Goded, contestaría al francés que contara los muertos… Cartier sonrió, y acompañado de sus jefes se dirigía hacia los oasis, pidiendo ser fotografiado rodeado de los cadáveres y la destrucción que había ocasionado. Con las fuerzas españolas destruidas en Guelmim, y con la idéntica suerte que correrían la que se enfrentaban a Juin, el África Occidental Española pasaría a ser una nota en los libros de Historia, si es que alguna vez la nombraban más allá de la campaña de Cartier.

Lafont y otros oficiales se llevaron las manos a la cabeza al ver los Oasis… de allí no obtendrían más agua que la que veían, las fuentes estaban completamente destruidas, no manaba agua.

Bens y Sanjurjo leían el último mensaje de Goded. El muy estúpido había llevado a la destrucción de la mitad de la fuerza disponible en Cabo Juby. Solo quedaba ordenar a Llano de la Encomienda que se retirara en dirección al Draa, antes que pudiera ser flanqueado por el grueso francés, y aniquilado. Disponía de unas horas, especialmente las nocturnas, antes de que desde Guelmim, los franceses avanzaran hacia Tanguertilt. Habría que confiar en las defensas del Draa. Bens comunicaría con Villa Cisneros para que alguna fuerza se le uniera en Tan Tan, y de nuevo acudiría a las tribus, aunque tras Guelmim difícilmente serían tan proclives a enviar hombres.

Desde los puestos llegaban noticias de que algunos supervivientes de Guelmim alcanzaban la línea española. Bens ordenó a Sanjurjo que se dirigiera a Amotte, y reconstituyera el Tabor de Cabo Juby con las fuerzas existentes. A la espera de nuevas órdenes, cubriría el cauce del Draa entre Amotte y Tizguiremtz. La falta de armas sería suplida con las capturadas a los franceses. Llano de la Encomienda dispondría a sus hombres entre la desembocadura del Draa y Jeneigat Rich. Con suerte, el General francés debería recomponer sus fuerzas; y asegurarse suministro de agua. Inmediatamente telegrafiaría a Madrid. Había hecho cuanto estaba en su mano. Nada más se podía pedir a sus hombres. El objetivo militar de la Operación Mercurio se había cumplido. El objetivo político, él no era quien para valorarlo.

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar